Así lo explicó a Efe el físico Luis Ruiz de Gopegui, ex director de proyectos de la NASA en España, quien se referió a aquel primer alunizaje el 20 de julio de 1969, como un momento “de gran nerviosismo y preocupación, aunque también de emoción, por el temor entre los responsables de la misión a que las cosas no salieran perfectas”.
“Entonces no era consciente de que estaba viviendo un hito histórico; sólo pensaba en que las cosas salieran bien”, según Ruiz de Gopegui.
Durante la semana de duración de aquella misión, que permitió que el astronauta estadounidense Neil A.Armstrong pisara la Luna por primera vez, tres estaciones espaciales se fueron pasando el relevo en su seguimiento, con intervalos de ocho horas cada una de ellas, garantizando la observación las veinticuatro horas del día.
Estas estaciones eran la de Fresnedillas, en Madrid, junto con otras dos en Estados Unidos y Canadá, respectivamente.
Los datos obtenidos desde Fresnedillas durante aquella misión fueron de tres tipos. Unos de seguimiento de la nave, con el objetivo de tenerla siempre localizada en el espacio, y asimismo controladas su velocidad y trayectoria de vuelo, según Ruiz de Gopegui.
Otros datos obtenidos permitían la medición de los parámetros de la nave y del estado de los tres astronautas a bordo, es decir, su ritmo cardíaco o su respiración.
El tercer grupo de datos consistía en un chorro de información inversa, es decir, desde la Tierra hasta la nave, mediante comandos de órdenes para encender un interruptor, aumentar o reducir la temperatura en cierto lugar, entre otros.
Ruiz de Gopegui se felicitó de que España ya estuviera presente en “los comienzos de la aventura espacial”, un reto que al inicio compartían “sólo unos pocos” y que ahora une a muchos países, no tanto por la carrera por el poder, como antiguamente, ha precisado, sino por motivos científicos.