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Por una vivienda digna

Manuela Pereira tiene 60 años, vive con su nieta, y desde hace tres meses tiene su casa apuntalada tras caer parte del techo. Duerme en una butaca por miedo.

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Manuela Pereira vive en la calle Botica, en pleno barrio de Santa María. Tiene 60 años y cuenta que lleva tres meses durmiendo en una butaca, sin pegar ojo, por miedo a que el techo de su casa se le caiga encima. Su nieta, de 15 años y que va al instituto, vive con ella. La joven duerme en un sofá que le han dejado fiado. No tienen dormitorio ni cuarto de baño. Se muere de la vergüenza al contar que para hacer sus necesidades tiene que utilizar un cubo o pedir el favor a los vecinos.

Manuela está preparando unas albóndigas para cuando su nieta vuelva del instituto. “Las tengo que meter dentro del microondas porque si no se llenan de polvo”, explicaba una abuela que es capaz de no pegar ojo, “sólo alguna que otra cabezada” para estar precavida por si pasa algo en medio de la noche.

El pasado mes de noviembre se caía parte del techo de la habitación y tiempo después el del cuarto de baño. En este episodio,  Manuela resultaba herida en la cabeza y en el tobillo. Desde entonces está viviendo entre boquetes, puntales y escombros. “Nos vestimos como podemos, comemos como podemos, pero no podemos seguir así”. Su estado de nervios ante esta situación se percibe en cada una de las palabras con las que cuenta su relato. Se le llenan los ojos de lágrimas y te invita a pasar una noche en su casa. Una oferta muy poco apetecible ya que nada más entrar en la finca, en la puerta de su casa,  se encuentra una montaña de escombros.   Desde hace unos tres días han empezado “por fin” las obras para arreglar la situación porque parece que vivo en un “dúplex”. Desde el marco de la puerta de la habitación se ve uno de los cuartos del vecino de arriba.

Visita técnica

Por su casa han pasado arquitectos tanto de la propiedad de la finca, donde está alquilada por 344 euros, como del propio Ayuntamiento. “Todos me dicen que no hay peligro, pero aquí me gustaría que estuvieran viviendo”. También ha ido a visitar a esta abuela y su nieta la asistenta social, que le insistió en que se busque otra vivienda de alquiler en la ciudad, pero “cuando digo que voy de parte del Ayuntamiento no me la quieren arrendar”.

Esta mujer se mostraba muy agradecida con la ayuda que viene recibiendo de amigos y vecinos. Hasta una nevera le han traído a su casa, después de que se le estropeara la que tenía. Le llegó por dos vías: una a través de una de de sus vecinas y otra por un conocido que incluso fue a recoger el frigorífico hasta El Puerto.

“Yo he sido una buena persona, no le he hecho mal a nadie. Creo que la vida me tiene que devolver lo que he sembrado y que esto se tiene que solucionar de alguna manera”. Los nervios de las malas noches vuelven a reflejarse en sus palabras, cuando recuerda episodios del pasado con su ex marido o la pérdida de sus familiares queridos.

Manuela quiere tener una casa digna donde poder vivir con tranquilidad. Adeuda parte de la renta (los últimos meses) de la vivienda, pero sigue luchando porque “tengo a mi nieta. Todo lo que hago es por ella, es la única cosa que me hace vivir. Tengo que hacerlo por ella”.  Su vida no ha sido fácil y teme que ahora, cumplidos ya los 60, se le haga más difícil todavía. Habrá que tener esperanza.

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