Durante más de una década, desde que fue descubierto en 2013 en las aguas de la Bahía de Cádiz durante las obras de construcción de la Nueva Terminal de Contenedores del puerto gaditano, el pecio Delta I, extraído del fondo marino en julio pasado, ha conservado entre sus desvencijadas tablas un buen puñado de incógnitas que comienzan a desvelarse. Todo ello gracias a la investigación desarrollada por el Centro de Arqueología Subacuática (CAS), dependiente de la Consejeríaa y Deporte, cuya titular, Patricia del Pozo, conoció en detalle este lunes, durante su visita a la carpa instalada en el muelle 5.
Milagro Alzaga, jefa del CAS, centro especializado en patrimonio sumergido del Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico (IAPH), admitió que aún quedan por responder muchas preguntas, como la nacionalidad del barco, su proceso de construcción, tipología y vida útil, así los motivos por los que se encontraba entonces en Cádiz y las causas que lo llevaron a hundirse.
Pero también apuntó que ya hay algunas respuestas sobre los montones de sacos de arena que protegen los restos para su intervención. Se trata de un navío de construcción atlántica, robusto, con 50 metros de eslora, aunque solo se conservan 20, porque “falta la roda que se curvaría e iría en vertical”, con unos siete metros, y otros 20 en la popa.
Contaba con una bodega muy amplia, casi sin curvatura, para contener muchos pertrechos, preparado para navegar a nivel transoceánico, con forro exterior impermeabilizado con brea y esparto, y forro de sacrificio para protegerlo de golpes y de “un gusanito propio de aguas cálidas que perfora la madera, creando canales, con riesgo” para la navegación.
Tras la cobertura fotográfica del pecio, se sometió a una labor de limpieza de los fangos en superficie y la desconcreción de cinco grandes bloques férricos y con piedras que que permitieron localizar restos de diez cañones que formaban parte del lastre del barco, 75 balas de hierro de cañón del calibre 6/12 y maderas de Guayacán, de gran resistencia y a las que se atribuían usos médicos para curar la sífilis, el reuma y otras enfermedades epidérmicas.
Asimismo, se ha concluido que no hubo problemas económicos para su construcción por el clavazón de hierro descubierto, pero que sí hubo escasez de madera por la reutilización de troncos de otros barcos.
Algarza ha comentado, a modo de novedad, el descubrimiento de una tabla con marcas de juego, un cuadrado con aspa y cruz con pequeños orificios, tipo tres en raya, y un círculo con unas pequeñas incisiones de sección triangular semejantes a las utilizadas para el peligroso juego de los cuchillos.
La experta en arqueología subacuática adelantó que, junto a la investigación archivística para identificar el buque, se realizará un modelo tridimensional del pecio mediante fotogrametría y programas de diseño 3D y un estudio dendroarqueológico de la madera con la que fue construido para aportar luz sobre la cronología y la zona de procedencia de las piezas constructivas, en colaboración con la Universidad de Gales Trinity Saint David. Una vez concluidos los trabajos, el navío volverá a sumergirse para su conservación.