En esta Tierra del Estrecho Euro-Africano o Afro-Europeo, todos los días está presente Gibraltar. Sea por los efectos económicos que proyecta sobre toda la zona, por el anacronismo que representa o por la imagen majestuosa de la Roca, visible casi desde cualquier lugar, Gibraltar, es una constante al modo de las que se utilizan en Física. No es el caso de las otras poblaciones que se asoman a la Bahía de Algeciras, cuyas vidas transcurren con algún que otro sobresalto propio de las características de la zona. El caso de Gibraltar puede definirse como una “anomalía”, un “anacronismo”, una “incoherencia” y esto la proyecta constantemente en medios de comunicación. Temas como descolonización, acuerdo post brexit, negociaciones, soberanía, jalonan titular, tras titular, añadiéndose a esto los litigios sobre narcotráfico, contrabando, trabajadores transfronterizos, buquering ilegales, vertidos contaminantes, aguas territoriales, altercados con pescadores, con patrulleras de la Guardia Civil… En fin un rosario con muchos misterios que prácticamente hay que rezar, día sí y siguiente también. Y desde la Roca mucho de esto suena a “Asedio”, ya que cualquier intento para llegar a algún acuerdo se vive como la pérdida de un “status quo” que desde siempre ha venido jugando a favor del pueblo de Gibraltar y sobre todo de los ricos de Gibraltar -que también existen. Recientemente el tema de las aguas jurisdiccionales vuelve a la carga, sin que aún se comprenda por parte de todas las partes que la clave de todo este asunto es conjugar cualquier aspecto con la primera persona del plural NOSOTROS. Y esta persona permite llegar a tomar conciencia de LO NUESTRO. Cuando las personas que viven en la Bahía asuman que las aguas, el aire, la luz… les pertenecen por igual comenzará a tener sentido la ZONA DE PROSPERIDAD COMPARTIDA que define como objetivo el acuerdo firmado el 31 de diciembre de 2020 entre España y el Reino Unido, base para un futuro acuerdo entre la Unión Europea y el Reino Unido sobre Gibraltar, que concluirá con la creación de una zona de prosperidad compartida entre el territorio de Gibraltar y la comarca del Campo de Gibraltar. Esta generación tiene la responsabilidad de superar definitivamente las incoherencias de estos 311 años generada por la firma del tratado de Utrecht, dando por concluida la enmarañada historia de desencuentros entre Reino Unido y España. Las conversaciones entre ambas partes parecen atascadas, aunque se dicen suspendidas, y no ayuda la invocación a la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar recientemente formulada por el primer ministro de Gibraltar que dice: "estipula que ningún territorio puede tener una costa seca, lo que significa que la soberanía no puede terminar en la línea de costa y debe extenderse a las aguas circundantes". Cualquiera que invoque a Naciones Unidas con respecto a Gibraltar debe seguir el hilo invocado, porque sólo de esa forma se desenreda este lio, intencionadamente creado por parte de quienes, desde el Reino Unido, llevan años aumentándolo. Para quien desee profundizar en este asunto se recomienda comenzar por el Tratado de Utrecht, firmado el 13 de julio de 1713 que deja claro en su artículo X que es lo que España CEDE a la Corona Británica “la plena y entera propiedad de la ciudad y el castillo de Gibraltar, conjuntamente con su puerto, defensas y fortalezas que le pertenecen”. Más temas se recogen en el tratado, como la prohibición de conexión terrestre o, a la usanza de esa época, que la Corona Británica no permita que residan “moros ni judíos”… ¿A alguien en Gibraltar le interesa el tratado? ¿Sirve su literalidad para crear ese espacio común de prosperidad? Por otro, lado los tratados sirven si se cumplen y como diría el actor Yul Brynner, en el film “Tierra de Faraones” -Si así se escribió que así se cumpla- Pero la Corona del Reino Unido y heredera de la cesión sobre lo firmado en Utrecht, no han tenido, ni tienen voluntad de cumplir lo firmado. De hecho se apropió, por la fuerza, de otros terrenos no cedidos (el istmo) y viene enarbolando otro derecho no cedido sobre las aguas que circundan el Peñón. Por el camino de Naciones Unidas el Sr Fabian Picardo, se encontrará con varias fuentes en las que beber: La resolución 2070 de la XX Asamblea General de Naciones Unidas, aprobada el 16 de diciembre de 1965, que invita por primera vez a los gobiernos de España y Reino Unido a iniciar sin demora conversaciones sobre la soberanía de Gibraltar. La resolución 2353 de la XXII Asamblea General de Naciones Unidas, aprobada el 19 de diciembre de 1967, que establece que toda situación colonial que destruya parcial o totalmente la unidad nacional y la integridad territorial de un país es incompatible con los propósitos y principios de la Carta de las Naciones Unidas y específicamente con el párrafo 6 de la resolución 1514 (XV) de la Asamblea General sobre descolonización general. “6. Todo intento encaminado a quebrantar total o parcialmente la unidad nacional y la integridad territorial de un país es incompatible con los propósitos y principios de la Carta de las Naciones Unidas. Igualmente el Sr Picardo se encontrará con la resolución 2429 de la XXIII Asamblea General de las Naciones Unidas, de 18 de diciembre de 1968, que pedía la Reino Unido que pusiese término a la situación colonial de Gibraltar antes de 1 de octubre de 1969. En la memoria colectiva el CIERRE DE LA VERJA, aún gravita, aunque afortunadamente las circunstancias han cambiado y mucho. Las gentes gibraltareñas y todas las que viven en la Bahía evidentemente desean mejorar. Y seguro que ese espacio de prosperidad común se alcanzará, aunque quienes tienen poder en la Roca saben que ningún status pactado por Reino Unido y España podrá mejorar el “Chollo” del que actualmente disfrutan. Esto explica que desde la declaración de Lisboa -firmada el 10 de abril de 1980, que recoge el compromiso de los dos Gobiernos de resolver el problema de Gibraltar en un espíritu de amistad y de acuerdo con las resoluciones pertinentes de la Naciones Unidas- nada se ha avanzado. Y que desde el Peñón, quienes no les vendrá bien acuerdo alguno pretenden sistemáticamente dejarlo en “agua de borrajas”, enarbolando el tema de la soberanía que bien recoge la declaración de Bruselas, firmada el 27 de noviembre de 1984. Porque en las bases del nuevo proceso negociador se incluyen precisamente los asuntos de soberanía. En definitiva no parece conveniente para facilitar un acuerdo satisfactorio para todas las partes que el gobierno de Gibraltar invoque Naciones Unidas, ya que por coherencia con todo lo que se ha ido acordando en su seno y lo cedido en Utrecht, simplemente el Reino Unido y España podrían dejar zanjado el contencioso. En este territorio, que debe mirar más allá, no es posible mantener una situación de desequilibrio socio-económico y político en la Bahía de Algeciras. Sólo con una mirada global y teniendo en consideración los intereses de todas las gentes que pueblan la Bahía se podrá llegar a un acuerdo definitivo sobre una zona de prosperidad común que se desea dure mucho más que los 300 años de desencuentros.
Fdo Rafael Fenoy