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sociedad

Condenado a 15 años y 6 meses de prisión joven que asesinó a su compañero de piso a martillazos en Andoain

La sentencia, contra la que se puede interponer recurso de apelación ante la Sala de lo Civil y Penal del Tribunal Superior de Justicia del País Vasco dentro de los 10 días siguientes a la última notificación, condena a indemnizar con 163.473 euros a la esposa e hijos de la víctima

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La Audiencia de Guipúzcoa ha condenado a un ciudadano norteamericano de 24 años a una pena de 15 años y 6 meses de prisión por el asesinato en 2012 de un hombre, de 52 años y natural de Sierra Leona, con quien compartía un piso "okupa" en la localidad guipuzcoana de Andoain. El condenado propinó a la víctima martillazos en la cabeza y después escondió su cadáver en un armario.

   La sentencia, contra la que se puede interponer recurso de apelación ante la Sala de lo Civil y Penal del Tribunal Superior de Justicia del País Vasco dentro de los 10 días siguientes a la última notificación, condena a indemnizar con 163.473 euros a la esposa e hijos de la víctima.

   El tribunal considera probado que entre los días 16 y 21 de junio de 2012, en hora no concretada, la víctima y el condenado se encontraban en la habitación que compartían en un inmueble de la calle Kale Txiki de Andoain. El fallecido se encontraba tumbado sobre el colchón en el que habitualmente dormía y el acusado estaba viendo la televisión en la misma habitación.

   El fallecido instó al acusado a apagar la televisión y éste se negó a hacerlo, porque quería seguir viéndola. Ante ello, se levantó de la cama, apagó la televisión y se volvió a acostar. Al verlo, el acusado procedió de nuevo a encender la televisión y el otro se levantó nuevamente de la cama y apagó el aparato de TDT, lo que suscitó una discusión entre ambos.

   En el curso de dicha discusión, el acusado empujó a la víctima al colchón, cogió un martillo y le golpeó con él causándole lesiones en la cabeza y el tórax, que conllevaron "una pérdida masiva y prolongada de sangre y un shock hipovolémico, que le produjeron la muerte".

   El condenado dejó que la víctima se desangrara tendido sobre el colchón. Posteriormente, introdujo el cadáver en un armario de la habitación y procedió a limpiar restos de sangre había quedado en la misma.

   La sentencia recoge que en el momento en que el acusado cometió tales hechos "tenía sus facultades cognitivas y volitivas conservadas en grado suficiente como para conocer y querer sus actos".

   Además, apunta que los golpes que la víctima sufrió en la cabeza "los recibió de forma sorpresiva, mientras estaba tumbado e inmóvil sobre el colchón en el que habitualmente dormía y de espaldas al acusado, de tal manera que no pudo defenderse".

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