En vísperas de Fitur, el presidente de la patronal sevillana, Miguel Rus, y los de los sectores que viven del turismo (Asociación de Hoteles, Hostelería, Aprocom y Asociación Sevillana de Empresas Turísticas) tuvieron la ocurrencia de dar una rueda de prensa para, entre otros, lanzar el mensaje de que Sevilla está saturada de turistas; que la masificación de turistas “low cost” (de bajo poder adquisitivo) no es nada atractiva y que las Administraciones Públicas deben redactar un nuevo Plan Estratégico para captar un turismo de “mayor calidad”.
Rus llegó a decir lo siguiente: “queremos hablar de gasto medio por turista y de nuevos destinos. Hemos llegado a la masificación , que incrementa el número de tickets pero no el volumen de negocio. Un turismo de calidad supone un empleo más estable y menos precario” (¿?).
La comparecencia de toda la patronal al unísono no pudo ser más inoportuna y dejó a los pies de los caballos al alcalde, al delegado de Turismo y a toda la expedición oficial de Sevilla a Fitur, expedición que dejó de tener sentido en cuanto el mensaje que ya se había trasladado a los mercados por parte de los empresarios era el de que no hacía falta que vinieran más turistas porque aquí ya no caben. ¿Para qué acudir entonces a Fitur y a promocionar qué si ya se había alcanzado la saturación?
Escuché un corte radiofónico de aquella rueda de prensa, en la que los empresarios se quejaban por una parte del supuesto exceso de turistas y, por otra, criticaban al Ayuntamiento por la retirada de veladores del principal eje turístico de la ciudad. O sea, turistas (según de qué tipo de bolsillo, claro) no, pero veladores a mansalva, sí. Hasta en esto de la saturación hay clases, por lo que se ve.
Hablan los números
¿Está Sevilla realmente saturada de turistas. Ahora que está tan de moda hablar del “big data” o grandes números, hagamos las cuentas para que los lectores saquen sus propias conclusiones?
Según el balance aún provisional de 2017 realizado por la Universidad y el INE, Sevilla habría recibido el año pasado 2.616.000 turistas en números redondos. Eso supone una media de 7.167 visitantes diarios. ¿Puede hablarse de masificación por que lleguen a la ciudad tal número de personas cada día? Donde sí puede hablarse con propiedad de saturación es en Venecia, que pese a su menor tamaño en comparación con nuestro casco urbano y su condición insular recibe cada día una media de unos ¡80.000 turistas!
¿Y si admitimos, como en un momento dijo el presidente de los hoteleros, que si no es durante todo el año, al menos en ciertas épocas Sevilla está saturada? Según la estadística, el mes con mayor afluencia turística fue octubre, con 254.181 visitantes, a una media de 8.199 diarios en dicho mes. ¿Supone esa cifra, diez veces inferior a la de Venecia, una masificación de la ciudad?.
A 30 de noviembre pasado, Sevilla contaba con 208 hoteles, que en conjunto ofrecían 21.837 plazas para pernoctar, lo que equivale a una capacidad de acogida anual de 7.970.505 turistas. Según el balance provisional del pasado ejercicio, se estima que hubo 5,17 millones de pernoctaciones en números redondos, con lo cual se habrían quedado sin ocupar 2.800.000 plazas. Dicho de otro modo, el nivel medio de ocupación ha sido del 65% y habría faltado por ocupar el 35% restante para haber llegado al 100% y por tanto a esa pretendida saturación.
A título comparativo, frente a los 208 hoteles de nuestra ciudad, en Venecia, con once veces más turistas había hace poco más de un año 116 hoteles (casi la mitad menos).
Por tanto, los números demuestran que Sevilla no está saturada de turistas, aunque se pueda tener cierta percepción en tal sentido por el hecho de que se concentren en torno a los monumentos declarados Patrimonio de la Humanidad, de ahí el anuncio del delegado de Turismo de crear nuevos polos de atracción en Triana y el sector Norte del Casco Antiguo, propuesta que ya analicé en un artículo anterior: “El Sur antes que el Norte”.
Desprecio
Por otra parte, el mensaje de los presidentes de las patronales turísticas, con Miguel Rus al frente, no puede ser más clasista cuando encima hacen alarde de despreciar a la inmensa mayoría de sus propios clientes, que son de medio o bajo poder adquisitivo, sin tener en cuenta que el 90% de los vuelos que traen turistas a través del aeropuerto de San Pablo son de compañías “low cost” (el Ayuntamiento incluso va a organizar una cumbre de aerolíneas asiáticas de este perfil); y proclaman a los cuatro vientos que prefieren a los de mayor capacidad de gasto. En otras palabras, si Sevilla hubiera recibido 2,6 millones de turistas ricos en vez de una inmensa mayoría de turistas normales, ¿estarían hablando las patronales de saturación turística y de que la ciudad estaba masificada?
El sector parece haberse olvidado del estrepitoso fracaso de Crasa-Coral, la central de reservas hoteleras de la Expo-92, que pensó hacer su agosto durante la Muestra Universal en la creencia de que por la importancia del evento Sevilla se llenaría de turistas ricos dispuestos a pagar lo que fuera como “clientes cautivos” por alojarse en los hoteles acogidos a la misma y a los elevados precios marcados por sus responsables, precios para ricos, obviamente.
Sin embargo, y a título de ejemplo de aquella política, de las 350 habitaciones del hotel Al-Andalus Palace comprometidas por Coral había días en que la máxima ocupación era de ¡nueve clientes!. Crasa-Coral había reservado en este hotel habitaciones al precio de 28.180 pesetas, la moneda de la época, para el periodo de la Exposición Universal, habitaciones similares a las que una agencia de viajes anunciaba durante la Muestra a razón de 5.000 pesetas por persona y día, casi seis veces más baratas.
Coral fue un desastre absoluto (contrajo un riesgo del orden de 20.000 millones de pesetas reservando habitaciones hoteleras con idea de venderlas a precios elevados durante la Expo), tal como vaticinó el luego presidente de la patronal de agencias de viaje, Antonio Távora, el cual siempre sostuvo que no había tantos ricos como para pagar los precios que se querían cobrar en los hoteles de Sevilla durante la Exposición. Veinticinco años después, ¿va a repetir el sector turístico el error de pensar que sólo los turistas ricos van a mantener y a precios de ricos los 208 hoteles existentes en la ciudad?
Si no fuimos capaces en el 92, con la Expo y el fabuloso programa cultural complementario tanto en la isla de la Cartuja como en la ciudad (desde la Magna Hispalensis en la Catedral hasta la Filarmónica de Berlín en el Teatro de la Maestranza), ¿creemos que vamos a ser capaces ahora? ¿Qué ofrece Sevilla hoy para atraer a esos turistas de alto poder adquisitivo por los que suspira el sector?
Sin suficientes atractivos
Hasta Venecia, el paradigma de la saturación turística con esos 30 millones de turistas anuales, tiene más poder de atracción del turismo de lujo que Sevilla. Allí hay 21 hoteles de cinco estrellas por sólo seis aquí, de lo cual se colige que puede haber mercado para todo tipo de segmentos y que la masa no asusta ni excluye a la élite cuando ésta encuentra una oferta a su medida. ¿Qué oferta en todos los sentidos tiene Sevilla para captar ese turismo que anhela y que sí va a Venecia pese a su súper masificación?
El problema no son los turistas “low cost”, como demuestra la ciudad italiana, sino que carecemos de atractivos para captar, mantener y cobrarle en su proporción al turista “high cost”, al de alto poder adquisitivo. Basta comparar nuestra oferta de tiendas de lujo con la existente en cualquier urbe europea del tamaño de Sevilla, desde Amsterdam a Turín, pasando por Burdeos y Lyon. Aquí, la mayoría de las pocas firmas que vinieron se acabaron yendo por falta de mercado. El último caso, la fuga de la marca Michael Kors, que cerró su tienda el año pasado en la calle Velázquez.
A diferencia de los presidentes de las patronales sevillanas, el alcalde de Venecia, Luigi Brugnaro, aun reconociendo el problema de la masificación en su ciudad y de que negocia con la Unesco medidas como suspender la entrada en museos o edificios en los momentos de mayor afluencia, ha dicho sobre los turistas que para él son sus huéspedes y que nunca dará la impresión de lo contrario. Y el patriarca de Venecia, Francesco Moraglia, ha pedido que la ciudad esté “abierta a todos”. Y ha añadido: “Decimos no al turismo de élite; no al turismo de ricos”.
Al final va a resultar que la en verdad saturada Venecia va a ser más acogedora, abierta y universal que la Sevilla heredera de la Exposición Universal de 1992.