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Queremos ser tierra de acogida

Amina, refugiada siria en Líbano explica su situación y la de sus compatriotas. La iniciativa #yosoytierradeacogida pide a los políticos que cumplan su palabra

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Amina tuvo que huir de Alepo, en Siria, junto a su marido y a sus cinco hijos. La suya fue la penúltima familia en salir de la ciudad. No se resignaban a dejarla, pero las balas y bombardeos la convirtieron en escombros y cenizas y la vida allí se hizo realmente insegura. Le temían a la muerte. Atrás dejaron su casa, sus trabajos e incluso a amigos y familiares fallecidos.

Amina Al Zein, trabajaba en una humilde escuela para niños pequeños que, en su origen, contaba con tan sólo 50 alumnos pero que luego creció hasta tener diez clases para unos 300 niños. La educación en valores y para la ciudadanía eran la columna vertebral de lo que allí se enseñaba. Pero la guerra lo estropeó todo. "De una situación bonita pasamos a una situación de inseguridad total. Los niños empezaron a faltar a las clases y muchos de ellos incluso murieron", relata Amina. 

La familia de Amina fue la penúltima en salir de su ciudad. El miedo y un futuro mejor para sus hijos les arrancaron de allí. Pensaban que iba a ser por poco tiempo, pero el Líbano se ha convertido en su nuevo hogar. Salieron de Siria en un camión de verduras y hasta llegar a la frontera tuvieron que pasar por múltiples puestos de control militares y de rebeldes. El último tramo hasta la frontera lo hicieron a pie y una vez en el Líbano fueron acogidos por una familia de allí. 

Invirtieron buena parte de sus ahorros en salir de su país y al darse cuenta que su estancia en el Líbano "no ina a ser temporal" decidieron hacer algo por los demás refugiados sirios que se encontraban en su misma situación. Así, organizaron una recogida de ropa y búsqueda de viviedas.

Con la idea de volver a convertirse en educadora, inició la creación de una escuela para refugiados. Al inicio hubo algunas organizaciones de ayuda internacionales que quisieron aportar y abrieron una pequeña sala de estudios, pero no ear suficiente. "Luego llegaron los jesuitas", señala Amina. Y fue cuando se abrieron siete campamentos que dan acogida a 500 niños en su sistema educativo. La escuela, Telyany del Servicio Jesuita a Refugiados en Líbano, se encuentra rodeada de centros de refugiados, que allí son terrenos privados que los refugiados tienen que pagar con lo poco que les queda.

Este es el caso particular de Amina. Pero como el de ella hay miles y detrás de los números y las fotos hay personas con nombres y apellidos que huyen de sus ciudades para salvar sus vidas. Como Amina, hay otros refugiados que quieren contar su historia y lo hacen para concienciar a la sociedad y a sus gobiernos de "las personas refugiadas deben de ser bienvenidas". Ante la respuesta de rechazo que Europa y nuestro país en particular está dando a los refugiados y migrantes, las obras sociales de los jesuitas en España han iniciado la campaña HOSPITALIDAD y con motivo del 20 de junio (lunes próximo), el Día Mundial de las personas refugiadas y desplazadas, han lanzado la iniciativa #YoSoyTierraDeAcogida para sumar apoyos a su manifiesto "las persionas refugiadas deben ser bienvenidas". A través de una recogida de firmas exigen a los políticos que cumplan con sus compromisos adoptados para con los refugiados. 

Chema Castells, responsable de la Comisión de Hospitalidad de Andalucía, explicó que España adquirió el compromiso de acoger a 16.000 refugiados en dos años. Ahora termina el primero de ellos y tan sólo hay acogidos unas 124 personas. A final de junio el Gobierno español se ha comprometido a acoger a otros 500. En Andalucía, por ahora, tan sólo hay una persona refugiada y se encuentra en el Centro de Acogida para Refugiados de Sevilla. Se llama Muhannad y es un joven sirio con familia en Suecia. Ingenieron electrónico, en Siria era profesor de universidad. Ahora en Sevilla, vive en un piso con otros sirios en el barrio de Triana y se ha matriculado en la Universidad de Sevilla para estudiar una maestría. 

 

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