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La homosexualidad no se pega; lo que sí se pega es la homofobia

Lambda es al día de hoy uno de los colectivos LGTBI más valorados por la seriedad con la que defiende sus derechos y difunde información a la sociedad.

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Para aclarar, no están subvencionados por nadie. En realidad, no piden subvenciones porque no quieren depender de nadie, lo que no quiere decir que rechacen la ayuda que les presten. Comenzaron, es cierto, en un espacio cedido en la Casa de la Juventud, pero ahora cualquier lugar es su sede.

Donde ellos estén y haya una persona con un problema; donde alguien pida ayuda para superar sus miedos, para adaptarse a los cambios, para afrontar la reacción de una sociedad que comienza por su propia familia y se extiende entre el que comprende lo que ocurre y el que lo rechaza de forma tajante. Por falta de información o por negarse a informarse. O por otras cosas peores.

Sergio Sánchez Rodas no es el portavoz de Lambda, el colectivo que defiende los derechos LGTBI en San Fernando. Es un portavoz. O sea, que cualquiera que pueda acudir a una cita -en este caso a un medio de comunicación- es portavoz del colectivo que tiene conocimiento de esa cita.

Lambda -con letra griega del mismo nombre que usaba el colectivo de lesbianas-, es al día de hoy una asociación conocida y reconocida en la Bahía de Cádiz por su seriedad a la hora de asumir su cometido, de difundir sus problemas y de reclamar su lugar en una sociedad que viene de una cultura poco proclive a asumir lo que es una forma de ser y de sentir más de la propia sociedad. Y que no se pega, dicho sea de paso. Lo que sí se pega es la homofobia.

Saben que tienen mucho trecho por delante -la Organización Mundial de la Salud (OMS) eliminó la homosexualidad del apartado de enfermedades mentales hace 29 años y aún queda un 40 por ciento de la población mundial que vive en países en los que está prohibida- pero ellos, ellas, están dispuestos a dar los pasos que se tengan que dar y los dan.

Se han reunido con padres que se encuentran perdidos al conocer que su hijo o hija no obedece a los roles socialmente establecidos y cuenta Sergio Sánchez que en los casos en los que han hablado con los padres de alguien el resultado es positivo.

El problema, sin embargo, es de amplio espectro por cuanto como en otras situaciones en las que se enfrenta la realidad con una cultura predefinida, las soluciones tienen que llegar desde los más pequeños y en los colegios es difícil entrar.

Han estado, de todos modos. En algunos han impartido talleres y la normalidad ha sido la nota dominante porque por regla general los niños no son los que tienen esos perjuicios que suelen heredar de la convivencia con los padres. No todos.

Es lo más importante porque el mayor número de casos de acoso hacia los homosexuales se da en los colegios, pero depende de toda la comunidad escolar que puedan acceder a impartir esos talleres.

Mientras tanto, un día al año salen a la calle y reclaman su derecho a ser respetados, su libertad a amar a quien quieran y como quieran. Lo hacen de forma reivindicativa pero no sólo esa semana que finaliza con una manifestación y una fiesta en el Parque, sino todo el año.

Las vivencias de unos y otros actúan como terapias para los demás, los que aún tienen problemas o los que los están teniendo, sencillamente porque la sociedad todavía no acepta que en realidad no existen las lesbianas, ni los homosexuales, ni los transexuales, ni los heterosexuales.

Sólo existen personas que se aman unas a otras.

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