La trampa y el juego siempre han ido de la mano. Todos guardamos un recuerdo de nuestra infancia protagonizado por ese amigo granuja, que se anotaba un gol de más en las pachangas de los recreos, aprovechando que todos los demás estaban demasiado distraídos como para llevar la cuenta en el marcador imaginario. O ese otro, que iniciaba la carrera antes de que el silbato diera la orden de salida en las ya míticas carreras de atletismo. La cara de bobo que se te quedaba tras ser víctima de una pillería así, era digna de ser retratada por el pintor más grotesco de la etapa del cubismo. A veces te enfadabas y, otras, sentías una profunda indignación. Pero, después de todo, siempre conseguías sacar una sonrisa por más afectada que pareciese, porque recordabas que ese era tu amigo, y que aquello sólo era un simple juego para pasar las tardes, que ahora inmortalizamos en nuestra memoria con tanto cariño. Con tan solo 15 años, la patinadora KamilaValieva, se ha convertido en la diana de numerosas críticas por su positivo en un test antidoping, que salió a la luz poco después de escribir su nombre con letra dorada en la historia de los Juegos Olímpicos. Ella ha tratado de defender su inocencia, afirmando que fue un descuido sin mayor trascendencia. Pero de poco han servido sus palabras ante lo que ha terminado por convertirse en una especie de sabotaje hacia el siempre cuestionado estado ruso, más que en una cuestión meramente deportiva. No seré yo quien ponga la mano en el fuego por Valieva, ni tampoco el que niegue la existencia del error del único animal capaz de tropezar dos veces con la misma piedra. La única certeza que existe en torno a este turbulento acontecimiento, es la evidencia de que los jóvenes atletas están expuestos a una presión cada vez más asfixiante, que no beneficia en nada a su crecimiento, ni mucho menos, a su desarrollo como personas y profesionales. Las responsabilidades son cada vez mayores, mientras la edad para participar en competiciones de élite continúa disminuyendo, en lo que comienza a adquirir la forma de una relación inversamente proporcional demasiado preocupante. Pequeñas estrellas que se asoman a lo más alto brillando con intensidad, para después caer en picado de la forma más abrupta posible. No todos los chicos están preparados para afrontar un reto de lo más exigente, donde la fuerza y la resistencia parecen aptitudes fundamentales, pero es la mente quien se encarga de trazar la línea fina entre el éxito y la derrota. No olvidemos que lo que se esconde debajo de una indumentaria pesada, unas piernas ágiles o un cuerpo fornido, no deja de ser un niño. Al igual que lo es Kamila Valieva. Al igual que una vez lo fuimos todos nosotros.
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Éramos niños
Todos guardamos un recuerdo de nuestra infancia protagonizado por ese amigo granuja, que se anotaba un gol de más en las pachangas
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