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El partido en el Gobierno

Los rumores tomaron nombres concretos y hasta se han modificado las parrillas de televisión para dar cuenta de la imponente ?por grande? crisis de Gobierno que Zapatero resolvió, de manera definitiva, en la madrugada del domingo al lunes...

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Los rumores tomaron nombres concretos y hasta se han modificado las parrillas de televisión para dar cuenta de la imponente –por grande– crisis de Gobierno que Zapatero resolvió, de manera definitiva, en la madrugada del domingo al lunes. El movimiento del presidente no es, desde luego, improvisado. Afecta al núcleo duro del partido y ése es siempre un terreno especialmente delicado.

A estas alturas de la semana se conocen ya biografías y recorridos de los nuevos del Consejo de Ministros pero está por saber por qué se van los que se han ido. La marcha de Solbes era sólo cuestión de tiempo, pero ¿y Muñoz Molina? o la propia Mercedes Cabrera. ¿Por qué? No es preceptivo dar explicaciones pero si parece obligado contextualizar una crisis como la que ha llevado a cabo el presidente del Gobierno.

Lo obvio es que Zapatero ha imitado a González y ha metido al partido en el Gobierno. Ahí está José Blanco, con un imponente presupuesto y ahí está también Manuel Chaves, presidente del PSOE, que junto con Rubalcaba, es el último mohicano del felipismo.

Este Gobierno se merece un tiempo para ver qué da de sí, pero con independencia de cuales vayan a ser sus hechos, da toda la impresión de ser un Gobierno a la desesperada, en el sentido de que en esta crisis, que no es una crisis cualquiera, el presidente ha gastado toda la pólvora posible. ¿Cabe mayor apuesta que involucrar al núcleo duro del partido en el Gobierno? Esta apuesta tiene todas las trazas de ser la apuesta definitiva del presidente para la actual legislatura que se está haciendo eterna. Sólo un año ha durado el Gobierno saliente, pero el actual, el recién nacido no puede ser un ejecutivo de paso. Nunca José Blanco o Manuel Chaves van a ser, por entendernos, una Mercedes Cabrera o un Muñoz Molina. Llegan al Gobierno para quedarse.

Y será con estos mimbres con los que el presidente tendrá que construir la cesta que necesita para sortear la inmensa crisis económica en la que todos transitaremos todavía durante mucho tiempo, y establecer prioridades a las que sea imposible negar el apoyo que ahora no tiene en el Congreso. La estrategia de la “geometría variable” es demasiado cansina, demasiado arriesgada para los tiempos revueltos y acaba resultando devastadora para el prestigio y la fortaleza del Gobierno.

Restan aún tres años para que la legislatura finalice. ¿No se les antoja demasiado larga? Como en esta ocasión apenas sí ha habido vacaciones, los rumores no se acallan. Dicen estos rumores que el PSOE y el Gobierno dan por casi perdidas las europeas, pero que es algo que todos tienen descontado. “Las importantes son las generales y esas son nuestras”, afirman en los sobresaltados pasillos de Ferraz. Allí en Ferraz se apuesta a que será con este Gobierno con el que el presidente convocará las elecciones generales y que éstas, una vez superada la presidencia europea podrían convocarse en cualquier momento. La previsión no deja de ser una hipótesis de trabajo que se maneja en más de un despacho. Lo llamativo es que a nadie le resulta una hipótesis descabellada.

Todo esto ocurre en plena Semana Santa en la que una vez más Andalucía y en concreto Sevilla viste sus mejores galas y en sus calles abarrotadas de lo que se está pendiente es del paso de la Virgen de El Baratillo. Chaves se ha ido, pues ya vendrá otro, dicen por aquí. Ahora lo que toca es ver a la Amargura, coger sitio en la plaza de El Salvador y escuchar cómo la saeta rompe la noche presidida por la majestuosa presencia de un Crucificado.

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