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Nani Moretti estrena 'El sol del futuro', "un gesto de confianza en el cine y el público"

Señala que es "un gesto de confianza en el cine y en el público" frente a las narrativas fáciles de Netflix

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Tras su buena acogida en el último Festival de Cannes y en las salas de su Italia natal, Nani Moretti estrena esta semana en España "El sol del futuro", su último filme y "un gesto de confianza en el cine y en el público" frente a las narrativas fáciles de Netflix y demás plataformas audiovisuales.

"Es una película en la que se nota muchísima confianza en el cine y un poco un homenaje al cine dentro del cine. Es un acto de amor y también un gesto de confianza en el público, en que hay un público para este tipo de películas", afirma a EFE el laureado director, productor, guionista y actor transalpino durante una entrevista con otros medios nacionales.



En "El sol del futuro", Moretti (Brunico, 1953) interpreta a un director de cine al que su mujer no sabe cómo plantearle el divorcio tras 40 años juntos. En paralelo, se asoma al final de dos sueños: por un lado, en el filme que se dispone a rodar aborda la quiebra de la utopía comunista ante las atroces imágenes de la invasión soviética en Hungría; por otro, el protagonista choca con las convenciones actuales que las grandes plataformas intentan imponer.

Una de las secuencias más hilarantes y emblemáticas es la de su reunión con unos directivos de Netflix ("No quise inventarme un nombre, pero cito a esta compañía como podría haber dicho cualquier otra", precisa) en lo que para el protagonista representa la muerte del cine tal y como él entiende el séptimo arte.

"La idea es intentar hacer películas que sorprendan al espectador, películas diferentes de todo lo que este tiene todos los días en su casa, en la televisión o en el ordenador", señala sobre su manera de entender la profesión.

En ese sentido, cita la influencia que para su yo-espectador tuvieron Bertolucci, Pasolini o los hermanos Taviani, también la "Nouvelle Vague" francesa, el "Free Cinema" británico o, desde Polonia, Skolimowski y Polanski.

"Yo estoy ligado a ese tipo de cine de autor que se planteaba el problema de un posible nuevo lenguaje y también de una nueva posible sociedad, en rechazo del cine y de la sociedad que se habían heredado", insiste.

El resultado aquí es una comedia con muchas capas, incluida una en la que raya el musical, y que se convierte en un canto de esperanza ante lo que ha de venir.

"No me gustan las personas que a través de sus libros o películas intentan vender solo una visión negativa del futuro. Siempre espero que las ideas de progreso ganen, aunque la situación hoy no sea de lo más sencilla", apunta tras manifestar su desacuerdo, por ejemplo, con "esas posiciones tan simples e irracionales" como las de los negacionistas del cambio climático, "ideas que, desafortunadamente, permitieron a Trump convertirse en presidente en EE. UU.".

Extiende su confianza al futuro del cine, a una manera de hacer películas que al menos la taquilla de su país ha respaldado, a pesar de las dificultades.

"(La crisis) venía ya de lejos cuando llegaron las plataformas y luego la pandemia. Y pienso que, mientras que siempre hay un motivo para salir de casa e ir a ver bien cine de autor o bien filmes espectaculares, los que sufren más con esta crisis ahora son precisamente las películas de nivel medio", opina.

Matiza, respecto a otra de las escenas más icónicas de "El sol del futuro", que él no es "un fundamentalista" que rechace la violencia en la gran pantalla: "'Vestida para matar' de Brian de Palma es una película maravillosa, porque allí la violencia no es gratuita. Lo que no me gusta es la violencia como producto de consumo, cuando guionistas y directores no se dan cuenta realmente de lo que están haciendo".

Resulta difícil no ver a Giovanni, el obsesivo y exigente personaje principal, como un trasunto cinematográfico de Moretti, quien a menudo ha reconocido que toda su obra tiene algo de autobiográfica.

"Tiene mucho de mí, pero por lo que atañe a la improvisación de los actores, tengo ahora bastante más flexibilidad que hace 40 años. Cuando empecé, los consideraba peones en un juego en el que yo marcaba los diálogos y cómo tenían que moverse. Hoy, a nivel emotivo, me siento mucho más cerca de sus inseguridades y fragilidades", subraya, una "empatía" que en octubre lo llevará a estrenarse en el teatro con dos obras de Natalia Ginzburg.

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