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Acento andaluz

La gran fake de la sevillanía

Con su lucidez innata, el periodista Iñaki Gabilondo -sevillano adoptivo- ha demonizado siempre aquellos foros o guardianes de las esencias sevillanas ...

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  • Una panorámica del puente de Triana. -

Con su lucidez innata, el periodista Iñaki Gabilondo -sevillano adoptivo- ha demonizado siempre aquellos foros o guardianes de las esencias sevillanas que plantean la dicotomía entre la tradición o la modernidad en la capital hispalense. Quien fuera director de Radio Sevilla en la década de los 70, que confiesa que en Sevilla siempre encuentra su “otro yo, su yo de enfrente”, denuncia a la menor oportunidad este estéril y vacuo debate cuando el camino que debe transitar el presente y el futuro de Sevilla es el de la tradición y la modernidad, juntas, de la mano, sin estridencias ni impostaciones, con naturalidad copulativa y nunca disyuntiva. Esta falsa controversia, que algunos han creado y alimentado bajo un inexistente halo divino o autoridad histórica para proteger a Sevilla de no sé que demonios, ha sido siempre un freno para el avance de esta ciudad, lastrada en demasiadas ocasiones por cadenas de bolas de acero rebosantes de ignorancia y mediocridad. Estos negacionistas de cualquier avance siempre interpretaron el movimiento como un ataque a las señas de identidad sevillanas cuando en realidad lo que subyacía en este proteccionismo pacato es el interés personal de una minoría privilegiada que históricamente ahogó las vanguardias con el único deseo de conservar determinadas prebendas desde lo alto del caballo.

Todos estos pensamientos me vinieron a la cabeza cuando escuché al nuevo alcalde de Sevilla, Antonio Muñoz, en el pleno de su investidura, soñando con una ciudad que blinde sus tradiciones, pero que viva el presente desde la inclusión, la tolerancia y encarando la modernidad con valentía y arrojo. Es precisamente la asignatura pendiente que tiene Sevilla para ser una capital imparable: aprender a combinar ambas realidades, sin necesidad de una exposición hiperbólica de clichés o estereotipos que no representan a la mayoría.

Frente a la Sevilla excluyente de la sevillanía que enarbola de manera absurda valores antropológicos a la par que chovinistas y que concede carnés de buenos o malos sevillanos, auténticos o impíos, está la otra Sevilla que respeta esas tradiciones pero que vislumbra otro futuro más allá del Guadalquivir, la Giralda, la Semana Santa, la Feria, el Corpus, la cabalgata, la cervesita o el mi arma del centro, Nervión, los Remedios o Triana. Sevilla es también la Alameda, la vanguardia investigadora, el hip hop, los herederos del rock andaluz, la cultura alternativa, la cocina Michelín de algunos de sus restauradores, las Setas, la peatonalización y el altavoz que denuncia que el genocida Queipo de Llano siga descansando con honores en la Basílica de la Macarena. Ojalá Sevilla supere algún día este ambiente guerracivilista entre tradición y modernidad. Si lo consigue, no habrá quien la frene. 

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