La honda conmoción que produjo su muerte, a los 89 años de edad, ha derivado en una amplia serie de propuestas e iniciativas para exaltar y divulgar una obra que tratará de canalizar, cuando se constituya en los próximos días, una fundación que llevará el nombre del novelista con unos estatutos que ultiman ya sus siete hijos.
“Es imposible borrar su imagen de cada rincón. Además ha sido un referente constante en nuestras vidas, pero como diría Jorge Manrique: 'aunque la vida perdió nos dejó harto consuelo de su memoria', que no es poco”, explicó ayer a Efe Elisa Delibes, hija del escritor y que ha vivido siempre junto a su padre.
La ausencia física “se nota en todas partes y a todas las horas”, ha añadido esta profesora de lengua y literatura en un instituto de la capital vallisoletana, y cuyo domicilio está comunicado con el del escritor a través de una escalera interior.
“Su casa, unida a la mía, sigue abierta”, ha añadido antes de evocar en su progenitor la imagen de “un hombre casero, más al final de su vida”, y que soportó unos últimos meses de vida “durísimos”.
El cabo de año ha dejado en los hijos “un dolor y una pena difícilmente soportables psicológicamente”, tan sólo mitigados “por las constantes muestras de cariño y admiración surgidas en todos los lugares y por todo tipo de personas y entidades”, ha manifestado.
“Nos pasamos dos meses respondiendo cartas y telegramas, de gente que no conocíamos y al ser una familia tan grande, cada uno recibía muchísimas condolencias”.