No es de extrañar que la riqueza natural y la diversidad medioambiental de la provincia de Cádiz, de una gran diversidad biológica, geológica y paisajística, sea el reducto de aquellas razas autóctonas de la península que han ido desapareciendo en nuestra país en las últimas décadas, como consecuencia, entre otras cuestiones, de la mecanización, de la industrialización y, básicamente, de los dictados del mercado en el sector agro ganadero que ha provocado el auge de las razas cárnicas, sobre todo, francesas.
La Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos –COAG- de Cádiz se destaca la importancia de que la provincia cuente con ejemplares de razas autóctonas que han desaparecido por completo en Andalucía y otras zonas ganaderas de España. Y de entre estas muchas razas de ganado en peligro de extinción, se pone el foco en esta ocasión en la berrenda y la cárdena, razas de vacuno autóctonas que resisten en la provincia de Cádiz.
El tiempo se para en el Monte Ahumada de Tarifa, un espacio natural municipal que se encuentra cedido a ganaderos . En la última visita realizada por los servicios técnicos de COAG Cádiz a la zona se pudo comprobar, y en un encuentro con el presidente de los ganaderos de La Ahumada, Francisco Martín, cómo está el ganado de los afiliados de la organización y cuáles son sus inquietudes, principalmente relativas al vallado que separa esta dehesa de la zona de regeneración del parque natural de Los Alcornocales, que genera importantes perjuicios a los ganaderos por la entrada de la fauna silvestre.
Llamativa es la estampa de las vacas de raza autóctona en el Monte Ahumada. Juntas pero no revueltas, las berrendas (capa negra y colorada) y las cárdenas, llamativas por su pelaje cenizo, pastan plácidamente cerca de cabras, ovejas y cerdos ibéricos.
La cárdena andaluza recibe su nombre tanto del color de su pelaje como de la zona de la que procede.
Muchos coinciden al señalar que su origen proviene del tronco negro ibérico. Tradicionalmente se empleaba como animal de trabajo de campo, llegando a ser una raza extendida gracias a esta actividad. Sin embargo, con la llegada de la maquinaria, perdió su función y los ganaderos comenzaron a criar otras razas autóctonas o cruzadas, por lo que su población disminuyó y llegó a estar en peligro de extinción.
La Raza Bovina Cárdena Andaluza agrupa animales ortoides, eumétricos, mesolíneos, de buena masa y mucho hueso. El color de su capa, como indica su nombre, es el cárdeno, formado por la mezcla fina de pelos blancos con negros. En cuanto al peso, los machos adultos alcanzan los 900 kg y las hembras 500 kg. Su altura a la cruz es de 145 cm en los machos y 140 cm en las hembras, como media.
La raza está dotada de una capacidad maternal acusada, dando terneros que alcanzan los 200-210 kg al destete alrededor de los 6-7 meses de edad. Su carne es de buena calidad, pero de crecimiento lento y poco precoz, con gran desarrollo de la piel y bajo rendimiento a la canal. En ocasiones, los machos castrados son utilizados también en la conducción de toros de lidia, característico sistema de manejo en el medio extensivo denominado cabestraje.
Otra raza es la Berrenda en Colorao y en Negro. Los animales pertenecientes a esta raza deben su nombre al color de su capa, rasgo más destacado de su fenotipo. El origen de la raza no es bien conocido, aunque las hipótesis apuntan a una ascendencia del Bos taurus desertorum, para la Berrenda en Colorado, y del Bos taurus ibericus, para la Berrenda en Negro.
La historia de la raza Berrenda transcurre asociada a la cría extensiva y como animal de tiro, que rindió servicios y trabajos tanto en la agricultura como a la minería, acarreando materiales desde las abundantes minas regionales hasta los puertos de exportación, debido a su temperamento dócil, tranquilo, facilidad de adiestramiento y superioridad motora. La mecanización y el auge de las razas cárnicas extranjeras fueron las causas que originaron la decadencia de esta raza, hoy en proceso de recuperación.
Entre sus cualidades destacan la de ser autóctona, muy rústica, de gran sobriedad, con resistencia a la fatiga, bien adaptada para usar recursos forrajeros limitados de baja o media calidad, con capacidad para movilizar las reservas, almacenadas en épocas de abundancia, y aprovecharlas en periodos de escasez, expresando una recuperación posterior a las fases negativas de escasa oferta forrajera.
Tal belleza de capa y plástica, unida a su buena disposición para la doma, el aprendizaje, su rapidez de respuesta ante distintas situaciones y excelente sentido de la orientación, explican el hecho de que sea la raza preferida para el cabestraje de los toros de lidia.