Nada hay más cálido y más sencillo que el hogar. Nada más cercano y más entrañado que la morada donde el ser humano habita sus días y su costumbre. Porque junto a esas estancias que abrigan la intimidad, van desvelándose también la añoranza, la inocencia, la soledad, la dicha, la incertidumbre…, que perfilan y modelan nuestra identidad.
Al cabo, la casa es un larguísimo pasillo desde donde ver pasar la vida, desde donde contemplar cuanto fue y cuanto hubo en otro tiempo ya imborrable. En cada ventana hay un cristal que refleja el ayer y recuenta la existencia. Es entonces, cuando la memoria se sabe alegoría de aquellas deshoras resucitadas frente a la palabra: la misma que, precisamente, desentraña los enigmas de la conciencia.
Y desde ese balcón que mira hacia el pretérito y hacia el mañana, se asoman los versos de Pedro Antonio Martínez Robles en “Tu voz que ahora importa” (Instituto Leonés de Cultura. 2019), premio “Provincia de León”
Es este el quinto poemario del autor murciano (1959) y, de nuevo, su verso se alza al hilo de una temática donde predomina un clasicismo que se mueve entre la fugacidad del hombre, el paso de los años y las sombras y el vívido ritual del amor y de la muerte.
Con un sabio dominiode las tonalidades métricas, logrado por los continuos encabalgamientos y la combinación de versos de arte mayor (endecasílabos y alejandrinos) con los de arte menor (heptasílabos, pentasílabos y trisílabos), su decir palpita entre el sentimiento y la honda acordanza: “Hay dolor y alegría en la memoria/ de esta noche tan próxima a septiembre,/ en su frescor de antaño mientras duermo (…) muy lejos ya la adolescente sábana/ que defendía mi cuerpo/ del helor de esas noches y otros fríos/ su vaga sensación de desamparo;/ mi madre en otra estancia de la casa/ velaba aún mis sueños inseguros./ Viene ahora hasta mí esa custodiada/ sensación de placer y desabrigo./ Ahora,/ que ya no quedan manos que me arropen”
De este modo, la estirpe y el cobijo familiares son al mismo tiempo escenario y protagonista, espectador y actor de las pasiones, las contradicciones, las grandezas y las desdichas acontecidas.
Dividido en cuatro apartados, el volumen avanza con un hilo unitario en cuanto a capacidad de reflexión existencial, de sentido de la trascendencia. La cita de María Teresa León que sirve de pórtico, “Vivir no es tan importante como recordar”, es, sin duda una declaración del intenciones del autor, y que recuerda a aquella sentencia de Valle- Inclán: “Las cosas no son como las vemos sino como las recordamos”. Porque, aquí y ahora, Pedro Antonio Martínez Robles nos invita a entrar sin vacilaciones en el mapa interior de su alma y geografiar de la mano de su poesía el álbum de sus experiencias: “Con un temblor de lustros/ he venido hoy hasta mi antigua casa,/ la de siempre,/ la que me vio nacer entre paredes blancas,/ ungidas por la cal y el sacrificio/ de un amor entregado a espuertas llenas”.
Un libro, en suma,impregnado de bella melancolía, de rebosante emotividad, que como solo la buena poesía hace despertar “el fervor de las cosas en la Tierra”.