En un país multicolor nació unaabeja bajo el sol y fue famosa en el lugar por su alegría y su bondad… Con esta letra jovial y pegadiza llegó a las pantallas españolas, “La abeja maya”. Corría el año 1978 y la serie adquirió rápida popularidad entre el público infantil.
Producida en 1975 por la Nippon Animation Company, se emitió en la televisión japonesa y sus 52 episodios recreaban las divertidas aventuras de esta singular abeja. Dado su éxito, en 1979 se realizaron otros tantos episodios bajo el título de “Las nuevas aventuras de la abeja maya”.
Junto a este simpático antófilo (de antophila, “que ama las flores”), también alcanzaron la fama un buen grupo de amigas y amigos que compartían con Maya sus andanzas. Así, el zángano Willie, el saltamontes Flip, la Señorita Kassandra, el escarabajo Kurt, la araña Tecla, la mosca Puck, el ratón Alejandro o la hormiga Paul…, repartían su amistad, sus disputas y sus peripecias con los telespectadores.
Detrás de todos ellos, estaba el espléndido creador de estos personajes, Waldemar Bonsels (Ahrensburg, 1880 – Ambach, 1952).
La obra del escritor alemán apenas la componen tres libros y sin duda que fue éste publicado originalmente en su país en 1912, Die Biene Maya undihreAbenteuer, el que le abriera un espacio inimaginable en la posteridad.
Ahora, con su habitual buen hacer, Nórdica da a la luz “Las aventuras de la abeja Maya”. Una cuidada edición encuadernada en cartoné, que Isabel Hernández ha vertido de forma certera al castellano y que junto alas cromáticas y plásticas ilustraciones de Ester García dotan al volumen de un mayor atractivo.
Ingenua y amable, juguetona y atrevida, Maya tiene una curiosidad ilimitada. Ir de flor en flor recogiendo miel para llevarla a la colmena le resulta demasiado monótono. Así que, desde su infancia, sus pretensiones van más allá. Al cabo, quiere conocer mundo y, sobre todo, conocer al ser humano del que tantas cosas ha oído y sobre el que tantas cosas le han contado.
La anciana Casandra es la encargada del cuidado de la pequeña Maya y le advierte muy seria: “Tienes que ser paciente (…) Esta primavera he preparado a cientos de abejitas para su primera salida, pero aún no ha habido ninguna tan preguntona. Parece que eres de una naturaleza excepcional”. Y ante lo que sabe que será un adiestramiento muy especial y diferente al del resto, le insiste: “La primera regla que tiene que observar una abeja joven es que cada uno, en todo lo que piense y haga, ha de semejarse a los demás y pensar en el bien de todos (…) Sé amable y servicial con todos los insectos que te encuentres, así aprenderás de ellos más de lo que yo pueda decirte”.
Convencida de tan sabios consejos, Maya irá experimentando ese universo que tanto anhela conocer y disfrutar. Descubrirá el lago del bosque y sus gentes, las maravillas de noche, la magia del elfo, el chinche y la mariposa… y a todo el elenco de protagonistas antes citados.
“Oh, el ancho mundo es mil veces más hermoso que la oscura ciudad de las abejas”, exclama en un momento dado Maya. Dejémonos ganar, pues, por su verdad y adentrémonos, llevados de sus alas, en sus secretos y en su azares.