Diecisiete años después de su publicación, ve de nuevo la luz “El libro, tras la duna” (Sexto Piso. Madrid) de Andrés Sánchez Robayna. En la nota previa a esta renovada entrega, el escritor canario (1952) memora cómo fue el proceso y el progreso de aquel poema que “me tomó por sorpresa, sin que yo mismo fuera consciente no ya de su significado, sino ante todo de sus motivos y sus límites”. Un poema, si dividido en setenta y siete fragmentos, y cuyo extenso aliento trasciende la realidad, la experiencia y la consciencia del yo.
En su ordenamiento argumental, el volumen se sostiene sobre una marcada temporalidadque profundiza en el enigma del discurrir humano. Lo actual se dispone como una amalgama de pequeños instantes que van dando vida al pasado y que constatan una percepción racional de la fugacidad del hombre. En su pórtico, es palpable la insistencia del poeta en situarse en la vigencia del presente: “Ahora,/ en la mañana oscura del desteñido octubre,/ en que, umbroso y en calma, yace el mar,/ entregado a la pura aquiescencia del cielo,/ al deslizarse de las nubes blancas/ que un gris ya casi mineral golpea,/ marmóreo, dilatado,/ ahora,/ mientras el tiempo gira,/ a punto de ser siempre alumbramiento”.
Sánchez Robayna apela a ladicotomía entre el ciclo circular del tiempo, el cual pasa y retorna y, a su vez, transcurre, y es mudanza y es destino. Desde la atalaya de sus años vívidos y vividos, se afana en recuperar espacios y experiencias que recuerdan,en ocasiones, al concepto aristotélico del movimiento; no se puede plantear una conciencia temporal sin que los acontecimientos sucedan o sin que no sólo los objetos, sino también los seres humanos estén en acción.Porque el sujeto que mueve los hilos y los versos de estas páginas es un caminante que huella su canto y su meditación, su ser y su conciencia. Y lo hace desde la transfiguración confidencial, desde la verdad de un aprendizaje que se ha tornado sabiduría: “En el libro del cuerpo leí el alma./ Y comprendí que el cuerpo/ compone, con el alma, un solo libro,/ soberana unidad de un dios entero./ Fuego que abrasa lo que existe,/ encarnación que vino desde el verbo”.
La datación del alba como antinomia de la finitud, la aparición de un ave como símbolo de libertad, el temblor del cielo como metáfora del misterio amante, el sol perpetuo frente a la niñez ida…, no son sino sencillas maneras de pugnar contra el signo -¿sino?- de la existencia. Tras el fluir de cuanto acontece, va quedando un residuo, un sedimento de cada cual, que será, a la postre, testimonio de su vivir. Al cabo, como ya refiriera GastonBachelard “el tiempo limitado al instante nos aísla no sólo de los demás, sino también de nosotros mismos, puesto que rompe nuestro más caro pretérito”.
Mas aquí y ahora, Sánchez Robayna no quiere limitarse. Su voluntad es integrarse, hacerse cómplice, bucear en aquello que alumbra su verdad y su mañana, en la gramática visible que guardan las palabras, en su incondicional secreto.
Un poemario, en suma, que conduce al lector por el ámbito de los sentidos y los sentimientos, y que traza desde la vibrante musicalidad de su discurso la certidumbre de una historia renombrada, la luz que traduce la pura poesía “bajo el rumor de las constelaciones”.