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Notas de un lector

Frontera de lo posible

El agua entre las piedras” (Valparaíso. Granada, 2023), reúne una sugestiva muestra de toda la obra de Víctor Jiménez

Publicado: 24/07/2023 ·
14:38
· Actualizado: 24/07/2023 · 14:38
Autor

Jorge de Arco

Escritor, profesor universitario y crítico. Académico de la Real Academia de San Dionisio de Ciencias, Artes y Letras

Notas de un lector

En el espacio 'Notas de un lector', Jorge de Arco hace reseñas sobre novedades poéticas y narrativas

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En 1984, iniciaba Víctor Jiménez su andadura lírica con “La singladura. Cuatro décadas después, el poeta ha sumado once poemarios a una trayectoria coherente y unitaria.

Ahora, “El agua entre las piedras” (Valparaíso. Granada, 2023), reúne una sugestiva muestra de toda su obra. La edición ha estado a cargo de Juan Lamillar, quien desgrana en su certero prefacio las claves poéticas que vienen signando la producción del vate sevillano: “Quizá el lector no sepa si afianzarse en la piedra o dejarse llevar por la corriente. Firme o fugaz, acertará a alzarse o sumergirse en estas páginas, porque en ellas encontramos una piedra que canta y un agua que vivifica el recuerdo y lo convierte en música, esa música que se desprende de las palabras cuando nos acercan al misterio”.

Desde ese misterio, desde ese enigma que debe concentrar lo poético, Víctor Jiménez viene incidiendo en una manera de hacer que acude a la fuente en donde ha nacido. Y en donde ha bebido. El ayer, la acordanza, se unen, a su vez, a ese tríptico mayor, universal: tiempo, amor y muerte. Su impecable dominio de las tonalidades rítmicas y estróficas moldea, además, un verso elástico, atractivo, que acompasa sabiamente la lectura y la convierte en grata y sustantiva melodía:“Estando como estoy, vencido entre las cuerdas/ del dolor y el olvido, de la ausencia y la nada,/queda ya solamente que desde mi rincón/ alguien pare el combate tirando la esperanza”.

Al par de este centenar y poco de poemas, se adivina la voz de un yo lírico que ha derramado la certeza de las ilusiones que fueron sublimes, de los sueños que aspiraron a trocarse realidad. Hay, también, una nostalgia intrínseca, una codicia vital que complementa la frontera de lo posible y roza con su verbo lo figurativo y lo almado, lo paradójico y lo liberador. Porque en sus adentros sobrevive el anhelo que renueva la esperanza, mas a sabiendas de que hay un ritual de interrogantes que no serán tal vez materia palpable: “¿Por qué, si sobrepaso -a más de cien-/crespúsculos por hora- el límite/
de soledad, ningún agente me da el alto?”

Dichas, desdichas, duelos, asombros…, pueblan el acontecer de esta antología, en la que destaca una densidad de pensamiento que acerca lo cotidiano hasta un grado de acentuada trascendencia. De ahí que, el poeta, consiga refundar un ámbito donde su persona sea también comunión con el prójimo, que su identidad se sostenga desde el pálpito común en donde pueda saberse latido y alianza. Una amalgama, al cabo, de “intensas emociones que hacen del libro un manual humano”, como bien anota en su epílogo Juan José Vélez Otero, y que alientan con su vitalismo la belleza de un verbo que deleita y acompaña: “Yo no sé desde cuando he buscado estos versos/
en la luzque se pierde de vuelta entre las nubes”

En esta compilación cabe, en suma, todo el sentir y el vivir de un poeta que se aferra al bálsamo de la palabra, que convierte en trasparencia aquello que contempla, que cristaliza con un verso vívido cuanto ama, que fundamenta su verdad en la perdurabilidad de lo mnémico. Y que se baña entre las piedras y las aguas de la poesía más pura.

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