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Juncker y Schulz se disputarán el timón del Gobierno europeo tras elecciones

Juncker ha sido además 18 años primer ministro de su país, por el CSV, un puesto Ejecutivo nacional del que no puede presumir Schulz, tal y como critican desde el PPE

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El ex primer ministro de Luxemburgo, el conservador Jean-Claude Juncker, y el socialista alemán Martin Schulz, actual presidente de la Eurocámara, se disputarán el timón del Gobierno europeo a la luz de los resultados de las elecciones europeas del 25 de mayo.

El Partido Popular Europeo (PPE) y el Partido Socialista Europeo (PES) han señalado ya a Juncker y a Schulz, respectivamente, como candidatos para presidir el Ejecutivo comunitario, en un intento de vincular directamente el voto ciudadano con la elección del futuro presidente de la Comisión Europea (CE).

Ambos candidatos conocen bien el método comunitario, Juncker por sus ocho años de presidencia del club de ministros de Finanzas, el Eurogrupo, y Schulz por su trayectoria en la Eurocámara, especialmente en los últimos años como líder del grupo parlamentario socialdemócrata primero y después como presidente de la institución.

Juncker ha sido además 18 años primer ministro de su país, por el CSV, un puesto Ejecutivo nacional del que no puede presumir Schulz, tal y como critican desde el PPE.

Eterno rostro del poder en su país, Juncker, de 59 años, ha sido testigo de excepción como presidente del club del euro desde 2005 del peor varapalo vivido hasta ahora por la economía europea y ha sido al mismo tiempo uno de los grandes protagonistas de los esfuerzos para evitar el colapso definitivo de la eurozona.

En cambio, Schulz, de 57 años, y que fue librero antes de acceder a la política activa como cargo regional del SPD alemán, puede presumir de haber puesto de acuerdo a toda su familia política europea sobre su idoneidad para el puesto.

Conocido por su estilo directo y vehemente en los debates en el pleno de la Eurocámara, es alemán en el fondo y en la forma.

Schulz, de talante federalista, dejó claro en su discurso de aceptación de la candidatura socialdemócrata el 1 de marzo en Roma que la prioridad de la socialdemocracia es la lucha contra el paro, especialmente entre los más jóvenes.

El viernes, tras ser proclamado candidato de los conservadores europeos, Juncker señaló que sus prioridades pasan por atajar el paro juvenil, fomentar el crecimiento y el empleo y cerrar la brecha entre los líderes y burócratas de Bruselas y los 500 millones de ciudadanos.

En opinión de la investigadora del European Policy Center Sonia Piedrafita, los candidatos del PPE y del PES son "dos políticos con perfiles muy distintos".

"Para empezar, Schulz viene de un país grande dentro de la Unión Europea (UE) como Alemania, mientras que Juncker proviene de Luxemburgo, un pequeño Estado con poco peso dentro de la Unión".

Por otro lado, "Schulz ha hecho casi toda la carrera en el PE, una carrera muy política ligada a los socialistas y demócratas, grupo del que ha sido presidente los últimos años", mientras que Juncker cuenta con una extensa carrera en Bruselas, especialmente como capitán del club del euro, un cargo "que le da un perfil más consensual y más técnico y financiero que político".

Aunque la CE es un órgano independiente al ejercer la iniciativa legislativa, Piedrafita reconoció que "tanto la ideología como el talante personal del presidente influyen en el rumbo de la Comisión misma", algo que se vio más claramente en expresidentes como Jacques Delors o Jacques Santer que en José Manuel Durao Barroso.

La futura CE tendrá un perfil más político, por las nuevas tareas que ha asumido en los últimos tiempos el Ejecutivo comunitario, como por ejemplo su participación en la gestión de los distintos programas de rescate a cambio de reformas económicas en Irlanda, Chipre, Grecia y Portugal.

"La nueva CE se enfrenta a un dilema muy difícil de resolver. Por un lado, se espera de ella independencia, pero por otro los acontecimientos más recientes demuestran que no es ya solo un órgano de tecnócratas sino que, cada vez más, tiene que rendir cuentas ante la ciudadanía y la Eurocámara", señaló Piedrafita.

"Una mayor politización de la institución es positivo en términos de legitimidad democrática pero arriesgado en cuanto a pérdida de la independencia que se presupone para la iniciativa legislativa", añadió.

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