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Málaga

El ‘Informe Girona’, la única esperanza del Málaga para resucitar

El paralelismo del Málaga de ahora con el Girona de la jornada 10 del año pasado evidencia que los comienzos pésimos pueden revertirse en Segunda

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  • Cristhian Stuani y Rubén Castro, dos rachas paralelas. -
  • Pepe Mel pidió a la afición “paciencia” y no está preocupado porque cree que su equipo "cogerá carrerilla" pronto
  • Stuani, pichichi de Segunda el año pasado, vivió una sequía calcada a la de Rubén Castro

Decía un erudito del fútbol como Jorge Valdano que el fútbol es un estado de ánimo. El Málaga CF conoce bien la esencia de ese mensaje. A veces el problema es tan simple -y a la vez complejo- como eso: ser un grupo de buenos jugadores que están decaídos, bloqueados mentalmente, cabizbajos e impotentes. Entonces parece que se les olvida lo buenos que son. Cuando la mente no funciona, las piernas tampoco responden y se pasa de la precisión de cirujano a la puntería de una escopeta de Feria. La hinchada malaguista está de testigo.

El Málaga lleva una victoria en nueve partidos y 11 meses sin ganar en La Rosaleda. Es decir, 16 partidos dando cero alegrías a su afición. Está a dos de superar la peor racha de un equipo en su feudo en la historia del fútbol español, el Burgos de la temporada 1994/95. Los de Pepe Mel son últimos en LaLiga Smartbank, con seis puntos, seis goles anotados y 13 encajados.

Con Mel se ha recuperado el orden defensivo (un gol en tres partidos), pero la sequía arriba sigue siendo un mal permanente que ni el cambio de piezas logra revertir. A este panorama desolador hay que sumar las diez lesiones en un ‘Expediente X’ que riza el rizo más todavía. ¿A qué agarrarse entonces, cuando hay tan pocas cosas positivas? Ahí aparece el Informe Girona, un espejo al que mirar por pura supervivencia.

El Girona volvió a Primera en una temporada pasada que quedará para el recuerdo como la gran remontada de las ligas europeas. Pero ese mismo equipo que ascendió vía Play Off, al término de la jornada 10 era antepenúltimo con ocho puntos, siete goles a favor y 12 encajados. Si el Málaga logra ganar este miércoles en Butarque, estaría mejor colocado que el Girona -con un punto más- en las mismas fechas del año anterior.

El entorno en Montilivi, por supuesto, no era tampoco muy entusiasta ante aquel contexto. El 16 de octubre de 2021, el Girona pierde 1-3 en casa ante el Huesca y las crónicas de aquel partido decían: “El Girona hizo su mejor partido de la temporada y ni con esas. […] Mostró una imagen muy mejorada respecto de las últimas jornadas, aunque le va a costar, y mucho, superar tanto varapalo seguido. Ya son seis las derrotas que suma en diez jornadas” (diario As). Para colmo, Cristhian Stuani tan solo llevaba dos goles en esos primeros diez partidos. Los mismos que lleva Rubén Castro en el Málaga en nueve encuentros.

Aquella derrota en casa cambió el chip del conjunto gerundense, que tocó fondo para coger impulso. En noviembre comenzó la remontada y a partir de entonces, la clave fue hacerse fuerte en casa: 11 victorias, dos empates y dos derrotas en Montilivi hasta el final de liga. La suerte cambió y ahí emergió Stuani, que acabó con 22 goles en temporada regular más los dos que sumó en las eliminatorias para ascender. De la nada al todo tras un primer tercio de temporada preocupante.

La dichosa paciencia

Pepe Mel pidió a la afición “paciencia” tras el 0-0 ante el Andorra. Es difícil tener ese aguante viniendo de la temporada que se viene y con tantas noches decepcionantes en La Rosaleda. “Sé que es complicado, pero mi equipo está en pretemporada. Llevo tres partidos. El día que yo me preocupe, preocúpense ustedes”, decía el madrileño, que sigue confiando en que el grupo está a un solo paso delante de “coger carrerilla”.

El caso del Girona, que hasta la jornada 12 no empezó a escalar en la clasificación sin pausa ni tampoco prisa, es un ejemplo que demuestra que lo mejor de la Segunda División es que es tan larga que deja margen para lo imposible. Está en las manos de estos jugadores y de los miles de factores externos, lesiones y suerte incluídas.

Casos como el del Girona suelen ser más excepciones que reglas, pero cuando todo está nublado, se agradece un único resquicio de esperanza al que aferrarse.

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