Hasta que la gente de a pié y por ende nuestros políticos no entiendan que la industria cultural es un bien preciado para todos, no podremos comprender la importancia que tiene ésta para el tejido económico local. Es una clara evidencia la trascendencia que tiene para el mismo pueblo o ciudad los festivales flamencos que allí se organizan y que en la mayoría de los casos superan el medio siglo de existencia. Desde los más pequeños festivales, no por ello ser menos importantes, pasando por aquellos festivales de verano con su trayectoria impecable, hasta los más internacionales y mediáticos. Y es que precisamente el recién finalizado Festival de Jerez en esta su 19ª edición, es uno de ellos, y casi me atrevería a decir que es junto con la Bienal de Sevilla los más importante a nivel mundial. Una de las cosas que les hace cada año más atractivo, es precisamente eso, que no se centran sólo y exclusivamente en una rigurosa y aclamada programación en diferentes espacios de la ciudad, si no que los distintos cursos de cante, toque, baile, compás y flamencología, hace de ello un todo junto con diversas actividades paralelas en diferentes punto de la ciudad: exposiciones, programación “off” o trasnoches, el papel de las peñas flamencas, etc… Y sobre todo la conexión entre profesionales del sector. En fin, un todo para que sea precisamente esas dos semanas que dura el festival, un auténtico maremagno de encuentros y vicisitudes. En estos díasse acaba de hacer balance de lo que fue y de lo que queda por venir, sobre todo ya cara al año que viene, que son nada más y nada menos que 20 lustrosos años del mejor flamenco en un mismo escenario: Jerez de la Frontera.
No descubrimos nada diciendo que Jerez está siendo una ciudad emergente y en plena expansión. El Festival de Jerez va más allá de un Festival al uso y eso también lo da lo que la ciudad ofrece, entre ello unos caldos que cada vez está siendo más valorado por los foráneos y sobre todo, y algo muy importante, por la parroquia joven, que es al fin y al cabo los que deben de dar prestigio a lo hecho en casa. Este año el Festival le ha dado un plantón a la crisis, la ocupación hotelera y hostelera ha sido notable, así como el éxito de cursillistas venidos de todas partes del mundo. El tema de los cursos ha sido y seguirá siendo “la niña bonita” del festival, siendo una de las notas predominantes de cada edición: Rusia, Estados Unidos, Francia, Japón, Korea del Sur, Brasil, Alemania, etc… son las primeras nacionalidades que le ha dado la nota de color al Festival, ya que los cursos de baile impartidos por los y las mejores bailaoras del momento, ha hecho de ello el atractivo principal para que se lancen a venir y a aprender de los mejores del gremio. Sí es cierto que también hubo cursos de cante, toque y compás, así como de temas relacionados con la historia del flamenco, pero no cabe la menor duda que el baile se lleva la palma.
En este festival se le está dando mucha cabida en su programación, con sus defensores y detractores, a la danza española. Muchos de los más críticos señalan que no es el lugar apropiado, ya que hay una gruesa línea que separa estas dos disciplinas: El flamenco y la danza española. Sí es cierto que esta última ha bebido del flamenco, pero no podríamos decir tanto al contrario. Aún con esto, si es cierto que hubo buena aceptación de público, centrado principalmente en el Teatro Villamarta: Cía María Pagés, Cía Antonio Gades, Cía María del Mar Moreno, Ballet Flamenco de Andalucía, entre otros, pasando por la otra parte más arriesgada en este gran formato como fue el gran Israel Galván y Ruben Olmo con su tentación de Poe, sin dejar atrás el baile de raza de Manuela Carrasco. Así la parte más musical y guitarrística corrió a cargo del maestro jerezano Paco Cepero y el homenaje que se hizo por el año de la desaparición de Paco de Lucía a cargo de importantes guitarras jóvenes jerezanas: Gerardo Nuñez, El Bola, Manuel Valencia, Juan Diego, Alfredo Lagos y Santiago Lara: Un año sin Paco, o como decía nuestro querido Jose María Castaño: “Un siglo sin él…”. Esto era lo que se refería al gran formato, teniendo en cuenta que el mediano y pequeño formato tiene una relevancia muy importante a lo que se refiere a la producción flamenca.
Y para eso estaba las sala Paul y Compañía. La primera más centrada en propuestas más frescas, contemporáneas y vanguardistas y la segunda sala dejada a producciones más clásicas. En la Sala Paul tuvimos a Marco Flores, Olga Pericet y Jose María Velázquez-Gaztelu, en “Paso a dos”, un auténtico placer para los sentidos, donde la palabra y el baile se dieron la mano. Fue uno de los día en la que se tuvo que colgar el cartel en la taquilla de “soldout”. En la misma Sala, la gaditanísimaRosario Toledo nos propuso su ADN, al igual que su paísano David Palomar presentándonos su último trabajo discográfico. También nos deleitó Ana Salazar, con su cabaret-flamencoagaditanado “desayunos sin diamantes”, no cabe la menor duda de que el flamenco de “Cadi, Cadi” está teniendo un dulce momento, ya que estos artistas están sacando del baúl del olvido cantes y bailes de Cádiz, les están quitando el polvo y los están pasando por su propio tamiz.
Cádiz es mucho Cádiz, no estamos descubriendo la pólvora, pero si es cierto que hace años no estaba pasando el flamenco de la “Tacita de plata” por su mejor época, a consecuencia, creo yo, de la profesionalización de las agrupaciones carnavalescas y de cómo éstas han tirado de muchas voces y guitarras, que en un principio iban para el flamenco y de cómo éstas las han fagocitado. La presencia de la nueva sabia gaditana tuvo su mejor impronta en el festival de Jerez, sobre todo en esta Sala. No podemos dejara atrás a Rocío Márquez, con su homenaje al Niño Marchena y de cómo está conquistando después de este trabajo el alma de muchos aficionados y neófitos, ya que su sutileza, su saber estar en el escenario y el saber rodearse de los mejores del momento, hace que Rocío empiece a tener el reconocimiento que se merece. En la misma sala nos deleitó la bata de cola de Manuel Liñán, con su baile inconfundible y coetáneo de nuestro Marco Flores, junto a Manuel Valencia, Martin Caminero al contrabajo y David Carpio al cante. Todo un lujo. Y por supuesto el cante de los premiados en el mismo Festival, Tomás de Perrate y Miguel Ortega. Y para rizar el rizo, la gran Esperanza Fernández,grandes cantaores y cantaoras y aportadores de nuevas fórmulas para con el flamenco. Sin duda, el espacio más completo del Festival en cuanto a propuestas escénicas. Eclecticismo por los cuatro costados, buen gusto, buen hacer y aquí es donde, precisamente, se vio lo grande que es el flamenco y lo versátil que puede llagar a ser, sin perder un ápice de tradición y coherencia.
La sala Compañía, se centró en propuestas dancísticas más clásicas: Iván Vargas, Gema Moneo con el Momo, Noelia Sabarea,Claudia Cruz y Marina Valiente, Luisa Palacio, Patricia Guerrero, Eduardo Guerrero. La sala en el Palacio de Villavicencio fue una parte primordial para el festival: Jóvenes talentos, nueva sabia, pero sin perder profundidad en el cante, jondura y tradición… Pequeño formato, sin que se dependa de micrófonos y amplificadores. Flamenco que forme parte del todo, tan necesario hoy en día rodeado por imperativo de corrientes “mainstream”.
El festival “off”, que se hizo paralelo al festival, por iniciativa de empresarios locales, no tenía nada que envidiar a la programación oficial:Damajuana, La Guarida del Angel, El Pasaje, pudieron congregar allí a lo más granado del cante, toque y baile: Manuel Agujetas, Dolores Agujeta, Farru, Capullo, Salmonete, Fernando de la Morena, RubenDamtas, Montse Cortés… ¡¿Quién da más?!. No cabe la menor duda que Jerez, es de los poco lugares que nos van quedando, donde la familia, las estirpes, el clan, es el pan de cada día. Donde el flamenco se vive aunque ya no se viva en patios de vecinos como antaño. Jerez aferra a la tradición a pesar de modas y de invasiones Bárbaras, porque Jerez es mucho Jerez y en los días del Festival se congrega en 500 metros a la redonda y como epicentro el teatro Villamarta, todo lo mejor del arte flamenco en todas sus disciplinas. así que sería un sacrilegio estar tan cerca y no dejarse caer en estos días que dura el festival para disfrutar de un buen amontillado, de un buen cante, toque o baile y de una buena compañía.. y para que pensemos en la posibilidad de acercarnos, ya están trabajando para que el año que viene, que será su 20º edición, sea una suma y sigue…