De retratos, paisajes urbanos y bodegones se nutre su obra, hiperrealista en principio, de gran exactitud en los detalles, contrastada con la irrealidad del efecto espacial y la capacidad de convertir en temas pictóricos los detalles visuales de la realidad.
En principio, porque en palabras del propio autor, su obra se acerca más al realismo que al hiperrealismo. El verismo de sus pinturas viene determinado más por el color que por el preciosismo del dibujo, que en ocasiones queda relegado por trazos de pintura que esbozan figuras. La soledad que transmiten las pinturas, la calma, la quietud, contrastan con el movimiento de la masa, el bullicio de los paisajes urbanos.
Es típico de su obra la utilización del color en masa, metiendo poco a poco capas de color, a partir de una fotografía. Pero no es sólo una copia de la realidad, sus cuadros poseen cualidades que van más allá de la mera trascripción de lo que se ve. Transmiten quietud o bullicio, sosiego o inquietud…estados del alma. Sus retratos, particularmente, dejan entrever los rasgos de personalidad de sus retratados de una forma magistral, con una intensidad psicológica de gran calado.
Es de reseñar el gusto que tiene por la luz, con variaciones de intensidad según la incidencia horaria en las pinturas.
Otra constante de su obra es la búsqueda del contraste a través del color, rompiendo un poco la armonía, de los tonos azulados de su paleta.
A buen seguro se le augura un gran futuro a este artista, que no ceja en su empeño de indagar nuevas posibilidades creativas y temáticas en su obra, sin perder de vista la impronta de personalidad que deja tras sus creaciones.