Se mueve como pez en el agua en el mundo del lujo, pero confiesa que vivir así a diario sería muy “cansino”, “aunque a todos nos gusta que nos mimen”. El equilibrio lo logra gracias a su familia. Disfruta con pasión de su trabajo. Siempre con la sonrisa en la cara. Cuando cuelga el traje “de faena”, su amor a los animales ocupa su tiempo, convirtiendo su hogar casi en un refugio para mascotas abandonadas.
—En esta sección entrevistamos a mujeres “de bandera”, ¿se ve reflejada? ¿Ha logrado las metas profesionales marcadas?
—No. Me considero una mujer normal como las miles que hay. Si te resignas a que ya lo has hecho todo, es que estás acabada. La vida me ha enseñado a aprender cada día. Tener metas es muy importante.
—Es la cara de Kempinski, ¿cuándo y cómo llega aquí?
—Fue el destino. Cuando sufrí a nivel profesional, político y profesional la salida del Gobierno del GIL en el año 99, me encontré que tenía partir de cero. Fue uno de los mayores shocks que he recibido en mi vida. Me propusieron trabajar en la inmobiliaria Gilmar y lo acepté porque necesitaba mantener a mi familia. Fue entonces cuando surgió la oportunidad de trabajar en el hotel, primero llevar la revista Kempinski vendiendo publicidad, cumplí mis objetivos y me ofrecieron el puesto que ocupo actualmente.
—¿Por qué Kempinski?
—Primero la situación privilegiada; después el diseño, pocos hoteles tienen la luz natural que tenemos en cada esquina; la marca internacional de gran prestigio, y por último, un gran equipo humano. Somos una familia, estamos muy valorados a nivel personal, por lo que el crecimiento a nivel profesional es impresionante. No da pereza venir a trabajar aquí.
—¿Qué es lo mejor de su trabajo?
—Es muy excitante el momento en el que abres el correo, porque nunca sabes qué te vas a encontrar, quién te va a proponer algo o pedir ayuda... No puedo tener una agenda rígida, porque nunca se sabe quién va a llamar a tu puerta. Nuestras reuniones son siempre en el lobby, no en despachos cerrados. Además, nunca como con la misma persona. Eso me ayuda a conocer a fondo cómo va cada departamento y qué pasa.
—Además del éxito en cuanto a ocupación hotelera, otro de los logros son la celebración de eventos de marcas de gran prestigio, ¿vale su agenda su peso en oro?
—La fuerza de una relaciones públicas son los contactos personales que se conviertan en profesionales. Yo lo hago al revés, tengo empresas en las cuales la persona que los representa tiene un contacto directo conmigo. Al cabo del tiempo, si les dejas un recuerdo dulce y agradable cuando tengan un proyecto se acordarán de ti.
—Esto ayuda a proyectar la marca Estepona en el exterior, ¿de qué forma trabajáis con el Consistorio?
—Hay que tener en cuenta dónde está el hotel, debemos pensar en cómo nos perciben desde fuera. A mi no me importa que la gente nos relacione con Marbella, mientras vengan, luego ya me ocuparé yo de dejarle claro dónde estamos. Estamos en permanente contacto con el Ayuntamiento. A través del hotel, se vende Estepona y a través de Estepona, el hotel. Traigo permanentemente periodistas, a los que doy información del municipio. Ahora tenemos en marcha que el Consistorio traiga a periodistas, a los que alojaré. De hecho, haremos unas jornadas en las que acudirán profesionales muy importantes a nivel nacional. Si a Estepona le va bien, a Kempinski también.
—En el municipio tenemos muchos hoteles de cinco estrellas gran lujo, pero algo de lo que adolecemos es de uno en el casco histórico...
—Es uno de los proyectos pendientes de cuando fui concejal. El equipo de Gobierno que lo consiga, habrá logrado mucha riqueza para la ciudad. Necesitamos un hotel de ciudad, donde no haga falta el coche, y enriquecerá al comercio local.
—Los datos turísticos de este verano según el Ayuntamiento son positivos, ¿secundáis esta opinión?
—Es diferente lo que percibe un Consistorio. Hemos tenido un mejor verano de lo que esperábamos, pero duro. Nadie se está salvando de la crisis. Es llamativo que septiembre, que era un mes para este destino con clientes tranquilos, de alto nivel adquisitivo, está fallando.
—Por su experiencia profesional asociada al turismo ¿cómo estamos?
—A Estepona le falta mucho, pero hay que hacer las cosas despacio y bien. Quiero lo mejor para Estepona, por el cariño que le tengo. Le falta un hotel en el centro, un centro comercial, un teatro, un cine... Y que las mujeres puedan parir aquí, algo que llevo diciendo desde que yo fui madre.
—Mójese, ¿cómo lo está haciendo el equipo de Gobierno del PP?
—Tienen una labor tan complicada... Han tenido que tomar decisiones que, personalmente, me han dolido porque conozco a muchos de los profesionales despedidos. Pero dejando mi corazón en la mesa, he oído a muchas Corporaciones decir que era necesario. Este equipo ha tenido que tomar esta decisión, pero cuando pones nombres y apellidos al ERE, duele mucho. Quizá, lo que criticaría, es que echo en falta esa cercanía al pueblo en determinados sectores. Pero ya se empieza a ver cierto cambio... aunque hay un nivel de exigencia del pueblo que solo recuerdo de la época de GIL.
—¿Cómo se ve dentro de diez años?
—Cuando me jubile, no me vais a reconocer porque voy a hacer una hoguera con los trajes de chaqueta (risas). Me veo siendo una señora de cuerpo, jovial de espíritu, haciendo mermeladas... Y por supuesto, fuera los tacones. Pienso ayudar mucho a los animales.
—¿Qué consejos daría a las mujeres?
—Que no abandonen, uno vale el precio que uno se pone. Las mujeres tenemos la suerte de diversificar. Tan importante es la mujer que trabaja, como la que se queda en casa. Lo importante es buscar el equilibrio.