Tarde plomiza y otoñal la que se presentó en el Campo de Gibraltar. Las señales en la previa y según pasaban los minutos, dejaban al descubierto las nulas perspectivas de salir airoso del coqueto y estrechísimo campo cortijero.
Basta un ejemplo gráfico que describe a la perfección anécdotas que te van orientando lo que va a dar de sí la tarde. Decir que en el banquillo no cabían los suplentes, los auxiliares, los entrenadores y el delegado. Todos a la vez, no. Había que sentarse por tiempo. Esa incomodidad, aunque sea simbólica, la fue sufriendo los rojiblancos todo el encuentro. Las alegrías y las esperanzas que rondaron la previa, se fueron difuminando poco a poco en el rostro, para dar paso a las dudas y las caras de preocupación.
Lo peor que puede acompañar a un equipo nuevo y a un proyecto que se inicia con muchas miradas. Dudas y profundas. El tercer partido sirvió para terminar de certificarlas y para destapar ciertas lagunas que hay que corregir sí o sí. Y cuanto antes se tapen, mejor. Mucho mejor.
Dicho en plata, al equipo le hace falta más y mejor. De todo y en todas partes. Así de claro y así de taxativo. Incorporaciones que suplan la escasez de ciertas posiciones. Y las conclusiones son fáciles de apreciar. Basta con juzgar este inicio liguero. Tres partidos ante tres equipos ramplones y planos y tres encuentros sin vencer. Y no sólo por el resultado, las maneras, las sensaciones en las que se han desarrollado los acontecimientos.
Y lo peor es que en los tres, sin excepción, se fue por detrás del marcador y del rival. Rivales que no le resultaron encontrar demasiados problemas sacar las vergüenzas de un equipo que pide a gritos terminar de completar la plantilla.
Éste ha comenzado la temporada incompleto, con varias posiciones sin terminar de cerrar. Ahora hay que hacerlo en marcha y con la presión y la dificultad de encontrar las piezas idóneas para puestos concretos. Aún hay tiempo, por supuesto, esto nada más que acaba de comenzar. Las soluciones, posiblemente, aparecerán esta semana con la incorporación de algún que otro jugador. Los que hagan falta.
La Liga es corta -en abril termina- y salir de las posiciones bajas siempre cuesta, sea cual se la categoría.
Encima, la suerte en forma de lesiones, tampoco ayudan. Los últimos en caer fueron Ito, que tuvo que abandonar el terreno de juego en el descanso, obligando el debut de Nacho y la de Boragno, con un fuerte golpe en la rodilla.
La odisea
El partido volvió a poner sobre la mesa la igualdad en la categoría, certificando que el que pega primero, no pierde. Los Cortijillos, que ascendió de categoría al igual que el Recreativo Portuense, se adaptó a la estrechez del terreno como un guante a una mano. Movió el balón y llevó, por momentos, la iniciativa. El Portuense, por su parte, movía, tocaba y sobaba el balón. Eso sí, sin profundidad y sin mucho peligro arriba. Atrás, los nervios, las imprecisiones hacían lo suyo.
El no encajar ningún gol en la primera parte -por primera vez esta temporada- quiso encontrar en el grupo de portuenses que se desplazaron hasta la localidad campogibraltareña en confiar en que la suerte cambiaría. Pronto se tornaron cuando las lesiones fueron cayendo una tras otra. El desencaje total llegó con el primer gol local, en un balón largo por la derecha que no fue blocado defensivamente y dejando a placer para que Antonio batiera a Nacho.
Gol y mazazo. Aturdido y perdido, el Portuense fue deambulando por el campo, cada vez más roto y cada vez más desquiciado. Las protestas arbitrales sirvieron a modo de desahogo más que de otra cosa.
Dani Jiménez tiró de banquillo. Más pruebas. Mismos resultados, o sea, ninguno. Los minutos corrían y el 1-0 obligaba a buscar el empate. Éste pudo llegar, pero el cancerbero local, soberbio y en varias paradas antológicas, desbarataron la igualdad. “Lo hacemos internacional”, se mascaba desde el apretado banquillo.
El gol rondaba, más por insistencia que por claridad ofensiva. Ya daba igual las formas, había que marcar y en esa que la tuvo Abel. Nuevo uy que cambiaron de bando a la contra. Los Cortijillos marcaba el segundo y las caras de abatimiento describían el panorama.
Los nervios y las faltas llevaron a la doble amarilla de Lolo Prado, que terminaría expulsado. Eso sí, antes, el capitán, dejó otra vez su sello marcando de falta el gol que acercaba, al menos, el punto.
En el tramo final pudo llegar, se hubiese repetido la historia una jornada más. La fortuna gastó todo su arsenal semanas anteriores. En ésta, la suerte le fue esquiva. Una derrota que debe servir para despejar la paja del trigo y terminar de asentar para confeccionar un plantel que brama fichajes.