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El Puerto

El Monasterio de La Victoria, al descubierto

Durante este verano, y hasta el próximo 8 de septiembre, el edificio abre sus puertas gratuitamente los sábados y domingos, de 20.00 a 22.00 horas

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El patrimonio determina la historia que ha vivido una ciudad y, en cierta medida, va contando todos los procesos y evoluciones que van sufriendo los municipios a lo largo que van transcurriendo los años. Actualmente, y a pesar de que El Puerto no es una de las localidades más grande de la provincia de Cádiz, sí cuenta con un rico patrimonio al que, un verano más, pueden acercarse turistas y locales.

Una de las joyas arquitectónicas que conservamos en la ciudad es el Monasterio de La Victoria, también conocido como Monasterio de Santa María de la Victoria. Considerado el convento masculino más antiguo de nuestro municipio, esta magnífica construcción, que se encuentra junto a la actual estación de Renfe, inició sus obras a principios del siglo XV, concretamente, en 1504.

El paseo por sus instalaciones es, indudablemente, un paseo por el tiempo. A medida que el visitante se va adentrando en la nave principal y en uno de los tesoros más preciados del edificio, que son los claustros, irá trasladándose a un viaje en el tiempo. Una viaje que comienza con los Duques de Medinaceli y que, sin remedio alguno, concluye con el edificio convertido en penal de El Puerto entre los siglos XIX y XX y la archiconocida historia de la fuga de El Lute.

Pero aquí, como todas las historias, se hace necesario comenzar por el principio. Lo primero con lo que nos enfrentamos a la llegada al recinto es con la fachada que, además de recordarnos a la Puerta del Perdón de la Iglesia Mayor Prioral, el visitante también encontrará semejanzas con otras grandes edificaciones del entorno más cercano, como las catedrales de Sevilla o Jerez. Pero son las características similares con la Iglesia Prioral, las que hacen pensar a los estudiosos en la materia que se trate del mismo autor, así como otros elementos y motivos decorativos típicos de la época.

De estilo gótico tardío y en la misma línea que otros edificios religiosos de la zona, el Monasterio de La Victoria se debió entregar a los Mínimos de San Francisco en torno al año 1517, aunque no se conoce con exactitud la fecha. Lo que sí se sabe es que los frailes de esta orden gozaron de grandes privilegios en la época y que ya se encontraban en la ciudad de El Puerto en 1502.

Continuando con la portada principal, el visitante puede apreciar algunos elementos significativos y que, sin lugar a dudas, nos darán algunas claves sobre el edificio como el escudo de armas, perteneciente a la casa de los Duques de Medinaceli; o, sobre el dintel, en el arco con decoración geométrica, una hornacina, donde se cree que, seguramente, descansaba la imagen de Nuestra Señora de La Victoria.

Sin embargo, y aunque posteriormente el edificio se destinara a la orden Franciscana, lo cierto es que, inicialmente, la obra se contempló como panteón de los Duques. Por ello, primeramente, se financió con el patrocinio ducal y, más tarde, serían las aportaciones municipales las que se encargarían de la conservación del mismo. Fruto de estos primeros años de construcción fue que el edificio no recogiera la mezcla de varios estilos, como era habitual en la época, aunque sí es cierto que se perciben algunos elementos renacentistas.

El visitante continúa su recorrido por la iglesia. De una sola nave, carece de crucero y está compuesto por ocho capillas laterales, cuatro a cada lado, así como la ducal, situada a la derecha del Evangelio y comunicada con la iglesia por una pequeña puerta. La iglesia, que era el lugar reservado para la oración, era el único espacio abierto a los fieles y en el que estos podían recibir los cultos.

Actualmente, esta nave se utiliza para determinados actos oficiales o exposiciones. Uno de los más relevantes en los últimos años, fue el realizado en el año 1999, como homenaje y despedida al famoso poeta portuense, Rafael Alberti.

Otro de los elementos que llama la atención de la nave, y que descansa sobre la puerta de entrada, es el coro. Apoyado en un gran arco rebajado con bóveda estrellada, encontramos uno de los elementos más armoniosos y bellos de la arquitectura del monasterio. De hecho, el visitante puede apreciar la perfección de los detalles, pulcramente tallados en la piedra, pese al paso de los siglos y al desgaste y efectos de algunas de las aves que se esconden dentro del recinto, especialmente grajos y palomas.

En las cubiertas, vienen a coincidir armónicamente elementos del gótico y del renacimiento. Ciertamente, este último estilo da paso al gótico que, progresivamente, se ha ido perdiendo. Igualmente, llama la atención el sistema de equilibrios existente en el templo, ya que está constituido por arbotantes y botareles, cuando ya en la época era más habitual utilizar contrafuertes.

Como dato relevante de la historia de la ciudad, cabe subrayar que en la iglesia del Monasterio se instalaron importantes cofradías y hermandades de la época como las del Santísimo Cristo de la Humildad y Paciencia y la de Nuestra Señora de la Soledad.

Pero, sin lugar a dudas, lo más interesante está aún por descubrir. Se trata de los claustros, en los que el visitante experimentará no sólo sensaciones de libertad y amplitud, sino en los que se percatará de elementos curiosos y distintos que hacen original y, quizá único, este claustro.

En primer lugar, lo que llama la atención una vez que se pasa de la iglesia al claustro es la grandiosidad y luminosidad de las que gozan los claustros. El gran patio, con galerías en sus cuatro lados, comenzó a construirse a finales del siglo XV y a principios del siglo XVI. Las galerías cuentan con todo un repertorio de motivos ornamentales en las claves de las bóvedas, de crucería sencilla y ménsulas de apoyo de sus nervaduras. Asimismo, el piso inferior lo forman cuatro pórticos de arcos ojivales peraltados. El piso superior, que actualmente no se pueden visitar, guarda gran parte de los secretos de lo que fue el penal de El Puerto entre los años 1886 y 1981. Este recinto cobró gran popularidad durante los años de la II República española y el franquismo al albergar entre sus muros a presos políticos de gran relevancia nacional como el presidente del PSOE, Ramón Rubial, o el ex presidente de la Generalitat de Cataluña, Lluís Companys. Pero de todos ellos, el delincuente más sonado que convivió entre estas paredes fue El Lute, recluso que consiguió escapar del penal y que, además, se hizo famoso por protagonizar la letra de una carcelera, cante flamenco del grupo de las tonás (Mejor quisiera estar muerto/ que preso pa toa mi vía/ en este penal del Puerto,/ Puerto de Santa María).

Prolongando el paseo por los claustros, al visitante le sorprenderá un detalle. Y es que cabe resaltar la inmensidad de los contrafuertes, en que descansan los arcos del claustro. La curiosidad, no obstante, radica en que estos están perforados en su parte inferior, lo que hace que la estructura sea así más ligera y permitiendo el paso de una persona. Aunque, en este punto, deberíamos aclarar que se trataría de una persona de la época en la que se construyeron, ya que estos espacios no superan los 1,60 metros de altura, aproximadamente.

Otro de los elementos que pueden llamar la atención del visitante, son las ménsulas que, ahora mismo, se encuentran ocultas. El objeto de que estén tapadas no es más que el de la conservación, hasta que el edificio tenga un uso más frecuente y que su cierre no facilite la actuación de las aves mencionadas anteriormente.

Las salas que se abren en los distintos espacios del claustro acogen esporádicamente exposiciones.
Aquí acaba una visita que, sin lugar a dudas, invitarán al que se acerque hasta el Monasterio de La Victoria a compartir parte de la historia y las sensaciones que se han ido generando y creando a lo largo de los años. Una visita recomendable y obligatoria, tanto para turistas como para los propios portuenses, ya que ayuda a comprender mejor esa parte más desconocida de la historia de El Puerto.

Además, durante este verano, y hasta el próximo 8 de septiembre, el edificio abre sus puertas gratuitamente los sábados y domingos, de 20.00 a 22.00 horas para dar a conocer este edificio tan emblemático y en el que se guardan tantos recuerdos de nuestra propia historia.

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