Este es un país acostumbrado a adoptar las costumbres extranjeras y tomarlas como propias en un corto espacio de tiempo. El número de ejemplos es enorme, y a cualquiera de nosotros se nos vienen a la cabeza unos cuantos sin ningún tipo de problema.
Hay un sector de la ciudadanía, muy cercano cuando no perteneciente al cuñadismo imperante, que reniega de alguna de esas costumbres, amparado en un sentimiento de rechazo hacia todo lo que suena a extranjero; véase por ejemplo el caso de Halloween, rompiéndose la camisa cual Camarón, haciendo alarde de una tontería que raya el absurdo. El día que abran un libro y vean que gran parte de las celebraciones cristianas que abrazan con pasión no son más que adaptaciones de festividades paganas, les dará una embolia. Aunque todos sabemos que ese día no llegará.
Curiosamente, son los mismos que han adoptado el discurso del primo americano trumpista, arenga que reúne lo mejor del intelecto estadounidense de la última época. Ese pariente es el mismo que se disfraza de búfalo para tomar el Congreso, ensalza el chupito de lejía como medicina, niega la esfericidad de la Tierra y, por supuesto, abjura de cualquier resultado electoral que no conduzca a la victoria de los suyos.
Ese mismo discurso está aflorando ahora, que se va acercando la fecha de una nueva cita electoral, poniendo paños calientes y tiritas antes de que les llegue la herida de una victoria de la izquierda. Siembran la duda de un proceso que es ejemplar en cada una de sus fases, esparciendo la basura y el excremento mental de una gentuza que ansía el cambio de cualquier manera y forma.
Los votos recogidos en las urnas se escrutan y recuentan frente a vocales e interventores de todos los partidos, además de cualquier ciudadano que desee estar presente. Se elabora un acta de la que se deposita copia en el Juzgado, custodiada por la Fuerza Pública; los recuentos se transmiten telemáticamente hasta la central de datos de la empresa que haya ganado la licitación, y de ahí a los medios de comunicación, actualizándose la web electoral. Los datos definitivos se conocen en un acto público 3 días posteriores a los comicios, después de un escrutinio general, donde se suman los resultados provisionales recogidos en las actas.
Hablar de fraude en unas elecciones implica, primero, un desconocimiento supino de su funcionamiento, mala fe, escasa confianza en la democracia, y la existencia de un complot en el que participarían todas las formaciones políticas, jueces y Policia. Absurdo se mire por donde se mire. Absurdo, como el primo americano. Como el cuñado patrio.