Muchos titulares está generando el acto de Macarena Olona en la Universidad de Granada de la pasada semana, y se está entrando en una dialéctica basada en el “y tú más”, comparando el escrache sufrido por Olona con el acoso de meses sufrido por el ex-vicepresidente del Gobierno y su familia en su casa, incluyendo amenazas a menores. No voy a entrar en esa discusión.
Tampoco ahondaré en el hecho de que, de nuevo, la sra. Olona haya vuelto a engañar a sus votantes. Primero, se retiró de la política por motivos de salud, sin llegar a ocupar el escaño en el Parlamento autonómico andaluz porque, al parecer, ella ama Andalucía, pero no tanto como para trabajar a diario en ella, para luego aparecer haciendo un mini Camino de Santiago que convirtió lo que es un acto de autoconocimiento y reflexión en una romería mediática. Ahora, cuando los dirigentes de su partido, o ex-partido, afirman que no es militante, ella dice que sí lo es y quiere reunirse con Abascal para ver “si caminan juntos”. Lo que no se sabe es hacia dónde.
Lo que aquí realmente se dilucida es por qué y cómo hemos llegado hasta aquí. Por qué una universidad como la de Granada presta sus aulas para que personas que han atacado al feminismo, al colectivo LGTBI, a los extranjeros y a todo aquello que huela o suene a pasos hacia delante, puedan seguir lanzando ese discurso de odio que ha envenenado a la sociedad española. Sus defensores se agarran con uñas y dientes al derecho de expresión, de opinión, y hasta de cátedra (?). Es la paradoja de la democracia, que permite que todos, incluso aquellos que la atacan, tengan cabida en ella. Pues no, no todo es respetable, no todo cabe en democracia
Los culpables son más que evidentes. Unos medios de comunicación que, cuando no han aplaudido, han mantenido una postura equidistante, que no es más que una aquiescencia mal disimulada. Una derecha que dejó la moderación para abrazar los postulados de la derecha ultramontana con la intención de recuperar al votante perdido, cuando se ha demostrado que el votante prefiere el original a la copia barata. Y una izquierda que no ha sabido combatir el mensaje de odio, cayendo una y otra vez en la trampa, desviándose de lo realmente importante.
Veremos que nos depara el futuro de esta Macarena cuántica, que milita pero no, que vive en Salobreña pero no, que se fue pero se queda. Lo único que queda claro es que sigue estando más allá del grifo del agua fría.