Desde la concepción misma del fútbol, uno de los equipos con mayor tradición y peso histórico es la selección brasileña, que con 5 campeonatos, lidera en cuanto a los títulos mundiales, lo que la convierte en una siempre favorita cuando llega la hora mundialista.
No hay selección a la que más se le exija como la brasileña, y es por su enorme tradición y cultura futbolística, además de su fútbol, considerado por mucho tiempo como el más bonito del mundo, con representantes históricos que se exhiben como parte los mejores jugadores de la historia. Desde Pelé, quizás el más reconocido de todos, pasando por Zico, Sócrates, Romario y Bebeto, hasta más recientes como Ronaldinho y Ronaldo.
La ‘canarinha’ se ha presentado en todos y cada uno de los 21 mundiales disputados hasta la fecha, desde Uruguay 1930 hasta la presente edición de Rusia 2018. Pocos datos sirven para graficar la grandeza brasileña como ese. Con 104 partidos jugados, la selección sudamericana deja registro de 70 partidos ganados, 17 empatados y 17 perdidos, con un total de 221 goles a favor y 102 en contra.
La llegada de Tite
Tras el fracaso del 2014, en su Mundial, Brasil quedó golpeada y deprimida, y es que no podía ser de otra forma tras caer con un inobjetable 7-1 ante el después campeón Alemania, lo que llevó a la prensa y los fanáticos a mostrarse aún más críticos con ese equipo, por lo que en 2016 la Confederación Brasileña de Fútbol, llamó a un hombre, para dirigir el equipo tras la pérdida de credibilidad de Dunga, este es Adenor Leonar Bacchi, conocido como Tite.
El fracaso en 2014, vino acompañado de fiascos en las Copa América de 2015 y 2016, por lo que la llegada de Tite, en pleno recambio futbolístico y generacional, significó un regreso a la normalidad. El técnico aprovechó de dar entrada a un sistema más ofensivo que el de su predecesor, apostando por la renuncia al doble pivote de Dunga, que tantas críticas había recibido y estableciendo un 4-1-4-1 como sistema.
Además, jugadores como Coutinho y Gabriel Jesús, se juntaron alrededor de Neymar, que se instaló como referente absoluto del equipo, que además contaban con explosividad y dinamismo con jugadores como Douglas Costa, Roberto Firmino o Willian.
El resultado de la llegada de Tite, fue la consecución de la primera medalla olímpica en fútbol para Brasil, además de una formidable racha de partidos ganados, 10 en 11 encuentros, para meterse como la primera selección invitada –tras la anfitriona Rusia- al Mundial, con 23 goles marcado y tan solo 4 recibidos en ese trayecto.
Quizás una de las claves de Tite de cara a Rusia 2018 Mundial fue armar un sistema donde cada jugador estaba en una posición parecida a la que ocupa en su club, dándole así la posibilidad de trabajar de mejor forma en la cancha, ya que realizar una tarea que desarrolla semana a semana en liga o cualquier competición internacional. A su vez, permitió blindar la figura de Neymar, a quien no se ha cansado de elogiar desde su designación como entrenador.
A recuperar la alegría
El título se le ha hecho esquivo a la ‘verde-amarelha- desde Corea y Japón 2002, cuando de la mano de Ronaldinho, Cafú, Roberto Carlos, Rivaldo y Ronaldo, alzaron la Copa del Mundo por quinta vez en su historia, más que nadie en las citas mundialistas. Desde entonces no han podido ni subirse al podio.
Por lo pronto, Brasil recupera sensaciones y una idea que parecía olvidada, permitiéndole presentarse a Rusia 2018 como una selección favorita, más allá de que implícitamente, siempre lo será. El objetivo es tomar revancha por lo pasado en el 2014, destronando a Alemania o acabando con cualquier rival que se pueda interponer entre ellos y su anhelo, su amor, su Mundial.
De inicio, el grupo luce accesible para los sudamericanos, con cruces ante Costa Rica, Serbia y Suiza en la primera fase de la competición, por lo que seguramente inscribirán su nombre entre los 16 clasificados a la ronda de Octavos de final, para luego iniciar el verdadero recorrido hasta el trofeo, donde con certeza, tendrá que medir fuerzas con selecciones también favoritas y que querrán conquistar la corona.