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Juegos de Mongolia, de la lucha de pesos pesados al souvenir

Los turistas extranjeros con atuendos de explorador se mezclaban con los locales vestidos con trajes tradicionales en la procesión de los soldados

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  • Juegos de Mongolia. -

La capital de Mongolia, Ulán Bator, ha sido invadida por guerreros; por jinetes, arqueros y luchadores de peso pesado que se pasean por la ciudad vestidos con sus coloridos trajes de camino a la batalla: "los tres juegos del hombre".

Es ese momento del año en el que este país se viste de fiesta para celebrar durante tres días el llamado "festival Naadam", unas competiciones que rememoran el imperio de Genghis Khan y celebran el día en que Mongolia se alzó como un país libre e independiente.

Los mongoles se despertaron hoy pronto para dar la bienvenida a los soldados que, montados a caballo y con un traje de colores a conjunto con su bandera -roja, azul y con detalles dorados-, entraban en la plaza donde está la sede del Gobierno para dar comienzo a los festejos.

Los turistas extranjeros con atuendos de explorador se mezclaban con los locales vestidos con trajes tradicionales en la procesión de los soldados desde la céntrica plaza, bautizada con el nombre del guerrero que unificó a las tribus nómadas, Genghis Khan, hasta el estadio de la capital, centro de la fiesta y el deporte.

"El Naadam es un orgullo", exclamaba un jinete retirado, Dugarsuren, descansando junto a su familia y otras muchas en una zona verde en los alrededores de la sede principal de estos juegos.

Dugarsuren aprendió a montar a caballo desde muy pequeño y siempre ha prestado mucha atención a este evento, al que este año ha podido acudir gracias a la paciencia de sus nietos.

"Pasaron dos días al raso para comprarme la entrada", afirma alegre Dugarsuren, que ha recorrido 800 kilómetros para asistir a la inauguración del festival.

"Los tres juegos del hombre", que limitaban la participación de las mujeres pero ahora ellas también pueden competir en todos los deportes excepto la lucha, cuenta este año con una afluencia mayor en Ulán Bator, pues en anteriores ediciones se celebraban competiciones en la capital y en otras ciudades en las mismas fechas, pero este año no se hace de manera simultánea.

El estadio colgó el cartel de completo y por un momento el espectador se sentía en medio de una de las batallas que el ejército de Genghis Khan libró en sus conquistas desde Asia hasta Europa Oriental, con el ruido de las flechas cayendo desde el cielo y el de los jinetes a la carga.

La ceremonia daba comienzo a la competición, y los primeros arqueros de rojo y azul, con sombrero tradicional mongol, lanzaban sus primeras flechas con sus armas artesanales, en un día de cielo despejado y calor sofocante.

En las afueras de la capital, rodeada de montañas, comenzaban las primeras carreras de caballo de hasta 30 kilómetros, donde los jinetes tienen alrededor de diez años de edad, pues lo importante, dicen los mongoles, es valorar la calidad del animal y no a la persona que lo monta.

No obstante, la estrella del festival es la lucha de pesos pesados, que pelean con un apretado chaleco y una braga, sin límite de tiempo o divisiones por peso, hasta que uno de los dos luchadores toca el suelo con cualquier parte del cuerpo que no sea los pies o las manos.

"El luchador de lucha mongol es alguien muy respetado en Mongolia, es símbolo de fuerza", explicaba a Efe uno de estos guerreros, Sambuu Batjargal, en un descanso antes de la batalla.

Muchos mongoles quieren que sus hijos se conviertan en uno de ellos, dice Sambuu con el rostro serio, y alude a las competiciones que luchadores de su país han ganado en el extranjero.

Aquellos que consiguen alzarse como campeones en este torneo se convierten en estrellas en este país. Algunos incluso han entrado en la política, como en las últimas elecciones generales del pasado 29 de junio, en la que tres famosos luchadores consiguieron un escaño en el Parlamento de 76 miembros.

Carteles con las figuras de los principales campeones y su calendario de luchas formaban parte hoy de los souvenirs que se vendían en los alrededores del estadio.

Y es que, como en cualquier fiesta tradicional, no falta una pequeña feria con atracciones, conciertos al aire libre o múltiples tiendas de regalos en los exteriores del recinto, y hasta animadores vestidos de Mickey Mouse que rompen con la estética del que fue uno de los imperios más temidos de la historia.

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