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El ‘whodunit’ en la era del podcast

Creada por Steve Martin, esta atractiva e interesante comedia aborda nuestro irrefrenable deseo a la hora de confabular sobre lo que nos rodea

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En Misterioso asesinato en Manhattan, el matrimonio formado por Woody Allen y Diane Keaton termina involucrado en la investigación de la muerte de una vecina a partir de meras conjeturas y suposiciones. El punto de partida de Solo asesinatos en el edificio parte de un supuesto similar: el suicidio de un joven economista que reside en un exclusivo edificio de Nueva York despierta las sospechas de tres vecinos que convierten los hechos en una especie de nuevo aliciente para sus monótonas vidas, movidos por algo tan antiguo como nuestro irrefrenable entusiasmo a la hora de confabular e inventar en torno a todo lo que nos rodea y escapa a nuestro control. 

Interpretada y producida por Steve Martin -creador asimismo de la serie-, Martin Short y Selena Gómez, la trama propone un clásico whodunit a partir de un atractivo e interesante desarrollo en el que toman tanto valor las vidas particulares del trío protagonista, como sus desastrosos avances en una investigación que comienzan a compartir en forma de podcast, lo que otorga a la narración una aguda aproximación al debate sobre los nuevos formatos de entretenimiento que, en el fondo, se sustentan en las historias de siempre, por mucho que cambie el soporte o la forma de consumirlas.

Martin, coautor de los guiones, encarna a un actor de televisión retirado que gozó de enorme popularidad en el pasado y vive anclado en la rutina diaria de su apartamento y sus recuerdos; Short es un veterano productor teatral al borde de la ruina, pero rico en un entusiasmo agotador, convencido de que su gran éxito está aún por llegar; y Selena Gómez es una joven dibujante que vive semioculta en la vivienda que le ha dejado su tía e incapaz de deshacerse de los dos carcamales que han decidido adoptarla como miembro del equipo de investigación.

Solo asesinatos en el edificio es una comedia que no se esfuerza en arrancarnos una sonrisa porque no lo necesita para mantener nuestra atención -le basta con su sentido del humor-, y porque prefiere salpicar el ritmo de diálogos inteligentes, alguna situación descacharrante -atención a la participación de Sting-, algo de neurosis neoyorquina, leves dosis de suspense y una rebuscada complicidad con el espectador, ante los que logran redimirse los habitualmente aborrecibles Martin y Short. 

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