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De sus entrañas nace todo

No hay nada como mi madre, como una madre, como todas las madres, como sus vientres, como sus entrañas, de donde todo nace y nacen todos

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Desus entrañas nace todo. Nacen los ojos con los que se mira el mundo, las galaxias y el universo. Nacen los oídos con los que se escucha desde el aleteo de un insecto hasta el húmedo murmullo de los riachuelos. Nacen todas las bocas que se abren para gritar, que se cierran para morder, que se mantienen en silencio y por la que entran el pan, el vino, el trigo y todos los alimentos. De sus entrañas nace todo. Nada sin ella sería contemplado, escuchado o degustado. De sus entrañas nace todo. Perfumes que nos obnubilan placenteramente y hedores que nos advierten ante un alarde de la putrefacción, se adentran en nuestra mente gracias al olfato que nace gracias a esas entrañas de donde nace todo. Nace la vida, el cuerpo y el alma, y todo por obra y gracia de sus entrañables entrañas.

De sus entrañas nace todo. Nacen las manos que acaricias y las que asesinan. Nacen los pies que nos ayudan a correr para abrazarnos o para huir de los calvarios. Nacen los pulmones que llenamos de aire puro los días claros. Nacen los hombros que nos ayudan a soportar las horas, las cargas y los puñales que se clavan, inmisericordiosos, en nuestras espaldas. De sus entrañas nace todo. La piel que nos cubre y los huesos que nos sostienen. Las palabras que nos enamoran, las palabras que nos engañan, las palabras que nos indican cómo llegar al cielo, cómo escapar del infierno. De sus entrañas nace todo. Las ideas con las que crean, construyen y fabrican toboganes, raquetas, balas, espadas, novelas, medicinas, escudos, lanzallamas, cunas, biberones, botellas de ron, cañas de pescar, ruedas, ventanas o misiles de corto, medio o largo alcance, ideas que también salen de sus vientres, de sus divinas entrañas.

De sus entrañas nace todo y nacen todos. Los buscadores de oro, los enfermeros, los enfermos, los héroes, los asesinos, los bienaventurados, los tuertos, los altos, las amas de casa, las ingenieras, las poetas, los cobardes, los mecánicos, los soñadores, las damas de alta alcurnia, las prostitutas, las científicas, los que se agachan y ya no se levantan, los que se levantan tras estar agachados, los que caminan mirando al suelo, los que caminan con la frente bien alta, los mentirosos, los amos del castillo, las princesas y todos los súbditos. De sus entrañas nace todo y nacen todos. Los que ríen y los que sonríen, los que tienen complejos y los que ven el cielo al alcance de sus manos.

De sus entrañas, de sus vientres, nace todo. La piedra es piedra porque así lo dicta el hombre. La mesa, la silla, la maceta que decora ese balcón, la cerveza fría que hace sudar el vaso. Si escribo, si leo, si camino, si deseo, si amo, si muerdo, si lloro, si salto, si me asusto, si cocino, si sangro, si ayudo, si daño, si discuto, si descubro, si invento, si me calzo unos zapatos o si me baño a orillas del océano, todo es gracias a tus entrañas, a tu vientre, divino, estelar, milagroso. De tus entrañas, de tu vientre, nací. De las entrañas, del vientre de las madres nacieron todos, mis amigos, mis enemigos, mis conocidos, los desconocidos, las mujeres que amé, amo y amaré, los de aquí, los de allá, los de acullá, mis vecinos, todos los hombres, todas las mujeres, los que están muertos, los que están a punto de morir y los vivos.

No hay nada como mi madre, como una madre, como todas las madres, como sus vientres, como sus entrañas, de donde todo nace y nacen todos.

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