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Darwin en el metro

El pasado y el presente no son problemas para mí, me respondió con un grado de convencimiento que me preocupó

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Aquel joven mochilero de pelo rubio ensortijado y gafas redondas se sentó junto a mí. En un atolondrado castellano me preguntó si iba bien para la parada Paraninfo. Le aclaré que sí y que ya le indicaría cuando fuésemos acercándonos. Le aclaré que el Paraninfo aún no estaba construido, que era un proyecto de la Universidad que tardaría en verse. El pasado y el presente no son problemas para mí, me respondió con un grado de convencimiento que me preocupó. Tras una amigable charla se presentó, Francis Sacheverel Darwin. Ilustre apellido le manifesté. Me lo confirmó aclarándome que fue su sobrino Charles Darwin quien lo hizo popular. La conversación se hizo más fluida en la confianza entre ambos, entonces me contó que junto con cuatro amigos había estado por primera vez en Málaga hacía dos siglos por estas mismas fechas. Se vivían tiempos difíciles, la guerra de la independencia con Francia hacía de esta una ciudad de gentes de mal vivir, lo propio para que interesase a unos aventureros como ellos. Me confesó que aquí se había dejado parte de su alma, y como alma en vela regresaba cada siglo para recuperar un poco de la que perdió.

Desvié la conversación para interesarme por la obra de su sobrino, demostrándole que conocía bien El origen de las especies. Pero la obsesión de Francis se centraba en El origen del hombre. Cuando leyó la obra observó que el ávido naturalista no se había percatado de algo fundamental que aprendió aquí, que las virtudes y defectos del ser humano son indisolubles, y que dejan de pertenecer a la humanidad cuando tan solo queda una. La virtud sin defectos te eleva  a la divinidad, me sentenció, pero cuando en el alma solo hay defectos desaparece el ser humano y surge otra especie. Fue la única observación que le hizo a la obra. Charles Darwin asumió al final de su vida que su tío tenía razón y que era muy pesimista sobre el futuro de la humanidad. Ahí lo tienes, me dijo Francis, señalándome la portada de Viva Málaga mientras se bajaba del vagón. Una foto de Donald Trump ilustraba la primera de este periódico en la que  Trump afirmaba que es inevitable anteponer la independencia energética a combatir el cambio climático. Así de incongruente es el futuro, no lo olvides, me gritó desde el andén.

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