Sus paredes sostienen una parte importante de la historia educativa y patrimonial de Málaga, por sus clases pasaron personajes ilustres y sus archivos guardan los expedientes de premios Nobel. El Instituto de Enseñanza Secundaria Nuestra Señora de la Victoria heredó del Gaona, fundado en 1846, riquezas bibliográficas, animales disecados y piezas históricas que convierten sus aulas en un museo lleno de tesoros que pasan desapercibidos incluso entre los propios alumnos.
La escuela de Martiricos tiene su origen en el Instituto Provincial, que poco después de la Guerra Civil se dividió en dos: el Vicente Espinel (sección femenina) y el centro que toma el nombre de la patrona de la ciudad (sección masculina). “La historia de uno no puede contarse sin el otro, son dos hermanos que van de la mano”, recalca Daniel Martín, director del centro.
Hasta que en 1961 se inaugura un edificio vanguardista en Martiricos, obra del arquitecto Miguel Fisac, Premio Nacional de Arquitectura, al que se traslada gran parte del patrimonio histórico y documental. “Es un inmueble singular y original, con un sistema de módulos conectados por galerías y con pilares cónicos”, explica Pepe Jiménez, profesor de Historia y antiguo alumno de este centro.
Destacan su antigua iglesia, que es el actual salón de actos, y la torre. “Lo más innovador es la capilla, con un muro curvo y un ventanal de vidrieras que genera una luz espectacular. Esto se llenaba de estudiantes para rezar cuando era época de exámenes. Los materiales religiosos y litúrgicos se guardan ahora en un pequeño museo habilitado en el que fuera su coro”, añade el docente.
Expedientes de personajes ilustres
En el paseo por sus aulas aparecen algunos de sus archivos más valiosos, como los expedientes y los exámenes de ingreso de personalidades de la historia de España: el Nobel de Medicina Severo Ochoa, el Nobel de Literatura Vicente Aleixandre, José Ortega y Gasset, Pablo Ruiz Picasso, Emilio Prados, Blas Infante, Manuel Altolaguirre o Moreno Villa.
“Está el examen original de Picasso con 9 años, del que se decía que se copió tras memorizar los números que tenía el profesor en su mesa. Y un microscopio de 1913 que conservamos, el primero que Severo Ochoa utilizó”, apunta Jiménez.
En uno de los pasillos está la biblioteca, con más de 23.000 volúmenes. “Tenemos libros que fueron controlados por Salvador Rueda, que fue bibliotecario. Ilustraciones francesas del siglo XIX, un libro en oro y terciopelo del ‘Fausto’ de Goethe, ‘La Divina Comedia’ de Dante y una enciclopedia sobre la educación de la mujer”, señala el director.
Una pequeña sala alberga el museo de historia natural con casi 500 especies de animales disecados. “Hoy en día no se podría hacer algo parecido, de ahí su encanto. Su conservación se debe a la gran labor del ornitólogo Manuel Garrido y de los profesores de ciencias que han pasado por el instituto”, dice Jiménez.
Cientos de aves, peces exóticos, primates, un ornitorrinco, un oso pardo y otras en peligro de extinción como el lince ibérico o el quebrantahuesos. “La ciudad debería disfrutar más de este museo”, apostilla este profesor, que pide “una mejor atención, espacio e inversión” para poder conservar las joyas del instituto de Martiricos.