Una legión de cocineros uniformados trabajando en los fogones, camareros montando mesas y platos que van y vienen. Aparte del olor a sopa de cebolla, de tomate y caldo de pescado que preparan en las cocinas, se respira ilusión y buen ambiente. El ritmo es vertiginoso en la Escuela de Hostelería del IES La Rosaleda, que cuenta cada año con 300 estudiantes de tres ciclos formativos de grado superior y grado medio.
No es casualidad que la inserción laboral sea muy alta y que haya mucha más demanda en el centro de la que pueden ofrecer. “La cocina está muy de moda y muchos quieren estudiar, pero se han quedado más de 200 personas sin poder matricularse este año. La nota de corte es una de las más altas de Andalucía, con un 7”, explica Pepe Cano, jefe del departamento.
“Los alumnos tienen trabajo asegurado, se ha recuperado la contratación y la mayoría se quedan en las empresas donde realizan sus prácticas”, subraya.
Hay una gran diversidad de estudiantes, desde el que termina la ESO o está en paro hasta quien compagina con un trabajo o tiene estudios universitarios. “Vienen para mejorar su perfil profesional y otros ven en la hostelería una manera más sencilla de acceder al mercado laboral”, cuenta Cano, quien añade que suele haber pocos abandonos: “Algunos llegan motivados por programas de televisión, les pones a fregar y te dicen que ellos han venido a cocinar”.
No es el caso de Reyes Rubio, que dejó la Universidad para dedicarse a la que considera su pasión. Esta alumna dejó la Biología “por dificultades y busqué otra vía que me ayudase a subsistir, que tuviese más salida laboral. Aunque hay competitividad, lo que más me gusta es el trabajo en equipo”.
Los alumnos empiezan de cero, algunos nunca han cogido un cuchillo, así que en las primeras clases conocen la maquinaria con la que van a trabajar, el lenguaje y los términos culinarios. “Los módulos son prácticos y en la parte final completan su formación trabajando en empresas de categoría del sector, en hoteles o restaurantes”, recalca Juanma Guzmán, profesor de Cocina y Pastelería.
Las nuevas instalaciones del centro, inauguradas en 2007, cuentan con espacio para las diferentes partidas y con un restaurante que abre al público cada miércoles y jueves al mediodía, además del jueves por la noche. “Nuestro objetivo es sin ánimo de lucro, nos sirve de autofinanciación, que las prácticas no cueste dinero al instituto”, comenta Guzmán.