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El jardín de Bomarzo

La intimidad del alcalde

Ahora que los ayuntamientos han cerrado su proceso electoral, configurado gobiernos en minoría suficiente, por apoyos de investidura o a través de pactos entre dos, tres o cuatro, se cierran las puertas de los despachos principales y dentro, en soledad, quedan los alcaldes

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Ahora que los ayuntamientos han cerrado su proceso electoral, configurado gobiernos en minoría suficiente, por apoyos de investidura o a través de pactos entre dos, tres o cuatro, se cierran las puertas de los despachos principales y dentro, en soledad, quedan los alcaldes, sentados por lo general tras majestuosos escritorios, otros más humildes siguiendo la moda de instalarlos en cuartos de baño para mostrarse modestos, abriendo y cerrando cajones si se es nuevo en la zona, orgullosos de sí mismos si se repite; miran al Rey, imagino, si no lo ha cambiado por otra imagen, e íntimos conversan con él: “¿Qué, Felipe? ¿Nosotros, eh?”. Porque ser alcalde tiene algo de Real, de emperador que bastón en mano, laureado, posee trono y debe ser por esto lo cotizado del lugar. Toque casi erótico. Hoy puede ser alcalde cualquier ciudadano, es lo bueno y lo malo del asunto y hay serias dudas si por este orden. No se necesita titulación alguna, proceso formativo en gestión pública o de personal, ni tan siquiera un campamento de verano donde tras chapuzones en el lago y senderismo sin brújula te den un título de apto para el riesgo. Nada. Ni tan siquiera un proceso político interno de primarias verdaderas, es suficiente con caerle bien al que pone, aprovechar el impulso de la marca y tener un cuerpo a cuerpo simpático con la ciudadanía para verse a solas frente a él y, entonces, espetarle sonriente e íntimo: “¿Qué, Felipe? ¿Nosotros, eh…?”.

Lo que ganan. Felipe VI se ha bajado el sueldo un 20 por ciento y lo ha fijado en 234.204 brutos al año; descontándole el tope de Seguridad Social, 2.300 euros, más el 40 por ciento de IRPF y dividido el resto en catorce pagas le sale una mensualidad neta de, más o menos, 9.873 euros. Claro que Felipe, como muchos alcaldes, no paga el café jamás. Ni tiene hipoteca, los alcaldes sí. Tampoco paga servicio doméstico, ni mayordomo, ni teléfono, agua, calefacción central, comida, ropa, viajes, hasta las lujosas vacaciones de verano corren por cuenta de los presupuestos del Estado en partida aparte del sueldo. Algunos alcaldes cobran como parlamentarios andaluces, con un bruto mensual de 3.020,29 más complementos por razón del cargo e indemnizaciones por gastos de desplazamiento, más móvil y portátil. Otros lo hacen del Senado y, si no residen en Madrid, perciben, brutos, 5.248,83 euros al mes más complementos de teléfono y dietas, es por esto que el Senado es en el rango de lo más cotizado, queda perfecto decir que renuncia al sueldo de la alcaldía por el del Senado y acata, esto no se dice, una vida gustosa con viajes semanales a Madrid, hoteles, relaciones de nivel, todo ello para hacer una labor trascendental para el futuro del ecosistema en la vía láctea como sin duda es el Senado –emoticono de risas…-.

La política es hoy el único oficio del mundo donde se presume de ganar menos que el anterior regidor o menos que el del pueblo de al lado, de hecho ha entrado en un proceso de locura general donde bajarse mucho el sueldo es como una competición de honradez –emoticono perplejo…-. ¿Cuánto debe ganar un alcalde? La Ley de Racionalización y Sostenibilidad, la famosa Ley de Reforma Local, estableció una tabla que luego fue corregida por la Ley de Presupuestos donde los sueldos de alcaldes y miembros de gobiernos municipales tenían fijados unos topes salariales en función del número de habitantes del municipio; sueldos que van desde los 40.000 euros para alcaldes de pueblos de 1.001 a 5.000 habitantes, a los 100.000 euros para municipios de más de 500.001 habitantes, siendo 80.000 euros el sueldo fijado para los de 150.001 a 300.000 habitantes y 75.000 euros para los de 75.001 a 150.000 habitantes. Entonces, si ya hay una Ley que los fija, ¿por qué este empeño en bajarlos aún más, coadyuvando con ello el desprestigio del gobernante?

Víctor Mora, alcalde de Sanlúcar -67.301 habitantes-, percibe 45.500 euros brutos al año, con un hijo, ingresa una nómina neta de poco más de 2.000 euros; más de 30 funcionarios en el Ayuntamiento de Sanlúcar ganan más. Mientras, en San Roque -30.516 habitantes-, Juan Carlos Ruiz Boix tiene un bruto asignado de 54.000 euros, dos hijos, su tabla de retención es del 23,29 por ciento de IRPF, restado el tope de SS le debe quedar un salario neto de entorno a 2.500 al mes por catorce pagas. Euro arriba, euro abajo. En Rota -29.094-, Javier Ruiz, dos hijas pequeñas, gana brutos al año 50.238 para llevar al mes a su casa algo más de 2.200. Quiso bajarse el sueldo más, pero los potitos están muy caros, le advirtieron; en Jerez -214.414 habitantes- está fijado en 67.000 y Mamen Sánchez, con una hija, que actualmente cobra como parlamentaria y que se comprometió con Ganemos a dejar de serlo y a reducir la partida presupuestaria del coste del gobierno municipal en un 30 por ciento, ingresaría netos unos 3.000 euros, por catorce pagas, el sueldo más bajo de todos sus predecesores al situarlo en 60.000 euros al año según acuerdo. Cádiz -121.709 habitantes- se lo ha bajado hasta 26.320 brutos al año, mientras que en El Puerto -89.142- ha sido fijado por el tripartito en 47.937. Como en Sanlúcar, en todos los casos hay muchos funcionarios o técnicos, no digo que inmerecidamente, que ganan más o mucho más de lo que perciben estos alcaldes y que, al final, son los máximos responsables y, por ello, pueden ser encausados por una firma mal resuelta.

Creo que todo el mundo no puede ser alcalde. Sinceramente y con todo el respeto hacia los procesos democráticos. No es suficiente con ser elegido por un partido y tener carisma, eso es muy poco. Debería ser necesaria una formación mínima exigible, conocimientos relativos a administración pública y no parapetarse siempre tras un informe técnico o pretender rebatir un informe técnico inapropiado con otro informe técnico apropiado, sería de órdago a la mayor que la ley electoral interna de los partidos fiscalizara procesos democráticos de primarias libres, soñar es gratis. Ser alcalde no debe resultar un asunto menor, de hecho lo deseable sería que los mejores profesionales del país, en base a su compromiso ideológico, lo viesen como objetivo deseable por prestigio y por ambición, que es innata a la condición humana; por dinero. Lo sospechoso, lo tenebroso, es querer ganar menos. Eso no suena bien. En la administración pública del futuro, redimensionada, el sueldo no solo ha de ser digno y adecuado al nivel de responsabilidad y dedicación sino, además y sobre todo, suficiente para evitar tentaciones perversas. Ante ellas, que como también son innatas a la condición humana, férreos controles.

La oportunidad. El PP ha tirado por la borda la oportunidad histórica que el momento le dio para llevar a cabo una real y necesaria reforma de la administración local, lo anunció a principio de legislatura con otro paquete de medidas, como juntar días de fiesta para evitar puentes, reducir el número de concejales e, incluso, fomentar áreas metropolitanas y eliminar ayuntamientos menores, suprimir servicios duplicados o triplicados. Salvo el pago a proveedores, no hizo nada de lo demás. Y la administración pública continúa igual, enorme, lenta, muy cara de sostener, ni tan siquiera se eliminaron todas esas empresas públicas innecesarias, y las que sí fueron fusionadas dentro de la administración pública sin ahorro alguno. El desprestigio de políticos y cuerpo funcionarial, el permanente foco a las retribuciones en una escalada hacia sueldos muy por debajo del sector privado, solo lleva a que los que se metan ahí lo hagan porque no tienen otro medio de vida y eso afecta seriamente la calidad de los servicios que presta la administración.

Hay que prestigiar y dignificar el trabajo público. Que este sea un objetivo para los mejores profesionales, que accedan a él en igualdad de oportunidades, sin dedos amigos, que no haya cheques en blanco para toda la vida, que se dimensione todo en función a las necesidades para servir al ciudadano adecuadamente y que deje de ser una red política para sostener poderes, de todos los partidos, a través de las cuales se han cocinado fraudes diversos durante los últimos años. Soñar, insisto, es gratis. Que un alcalde deba cumplir ciertos requisitos para poder serlo, y que cobre un salario digno, bueno, en función a la alta responsabilidad que ejerce –emoticono aplauso…-. Un sueldo de alcalde. Y que cuando a solas mire a Felipe sienta que ambos son, sencillamente, servidores públicos. Nada menos.

Bomarzo

bomarzo@publicacionesdelsur.net

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