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El jardín de Bomarzo

Líderes entre tinieblas

“Ante una lista de candidatos se piensa que, felizmente, solo puede ser elegido uno”. N. Clarasó.

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“Ante una lista de candidatos se piensa que, felizmente, solo puede ser elegido uno”. N. Clarasó.

Ayuntamientos. Son 8.122 los que elegiremos los españoles este domingo y, de ellos, 41 diputaciones; seis más que en 2011 ya que, a pesar del compromiso de reducir el número de municipios adquirido por Rajoy con la UE, ahora la planta municipal es más numerosa. 6.802 tienen menos de 5.000 habitantes, 915 entre 5.001 y 20.000, 254 entre 20.001 y 50.000, 81 entre 50.001 y 100.000, 56 entre 100.001 y 500.000, 4 entre 500.001 y 1.000.000 y 2 de más de 1.000.000 de habitantes. El número de concejales que conforma cada consistorio varía en función de los habitantes, según una escala que va de 3 en los municipios de hasta 100 habitantes, a 25 en aquellos de hasta 100.000 habitantes; para los de población mayor, a los 25 se le suma un concejal más por cada 100.000 residentes o fracción, añadiéndose uno más cuando el resultado sea un número par. Los ciudadanos eligen la lista cerrada presentada por los partidos para designar a concejales y los que salen elegidos constituyen el Pleno de la Corporación y votan al candidato a alcalde o alcaldesa, que ha de salir por mayoría absoluta. De no obtener ninguno este resultado, será nombrado el candidato de la lista más votada. Dato a tener en cuenta: el cómputo de los votos se realiza conforme a la Ley D,Hont, que favorece a los partidos que obtienen más votos; una Ley pensada para eliminar la fragmentación de las cámaras y que tiene una tendencia clara hacia el bipartidismo, ya que las abstenciones, los votos en blanco, los nulos y los votos de los partidos que no obtienen un mínimo benefician directamente al más votado.

El programa. Lo que lleva a votar a un partido u a otro está poco condicionado, al menos eso parece, al programa electoral que cada uno presente, quizás por los continuos incumplimientos que, sin excepción, han practicado y que resta toda credibilidad a los programas. Mientras no se sancione por ley incumplir lo prometido, por ejemplo con la inhabilitación del político, seguiremos participando en un acontecimiento electoral absurdo enfocado solo a captar votos con proyectos que casi nunca llegan a realizarse, con bajadas de impuestos que luego se convierten en lo contrario o con ofertas que más tarde, a tenor de la realidad financiera, sin inasumibles. El escepticismo electoral está tan instalado que hay partidos que crecen casi sin programa electoral y solo focalizados en un rostro, una frase, una idea. Marketing. Otra manera de verlo es lo que se puede entender como el voto a la contra, que es aquel que se fundamenta en la idea de echar a un alcalde votando la opción contraria y que, en buena medida, sucedió en general en los últimos comicios locales; ante eso, resulta casi indiferente la abundancia de inauguraciones y promesas de convertir la ciudad en Hollywood porque cuando el pueblo decide, y lo puede hacer por sencillos detalles, que no quiere a ese alcalde es implacable.

Respondía un niño de once años esta semana en la radio a la pregunta de un periodista que a él le daba igual quién ganase las elecciones, “lo que me importa es que ponga la ciudad bonita y limpia”. ¿Qué esperamos, pues, de nuestro ayuntamiento? En un principio, la administración municipal, la más cercana al ciudadano, ha de dedicarse obligatoriamente a satisfacer las necesidades más básicas para que hagan el entorno urbano habitable, pavimentación de vías públicas, alumbrado, suministro de agua, alcantarillado, limpieza de la vía pública, recogida de basura, transporte público, cementerio; competencias que tienen los municipios desde su creación en 1812, que por básicas las damos por descontado y a partir de ahí hemos ido, entre todos, aumentándolas, hasta el punto que los ayuntamiento se han dedicado a cualquier actividad o servicio que se considerase tuviera un mínimo interés público y a eso se han acostumbrado los ciudadanos. Ocurre que un gran número de ellos se encuentran en bancarrota por la asunción de actuaciones y servicios para los que la financiación municipal no está pensada, y por ello sobredimensionados en capítulo uno, que es personal, y pasa que los sucesivos gobiernos municipales se encuentran con la necesidad de reducirlos o eliminarlos si quieren sanear cuentas. El problema es cuando el gobernante municipal valora que la reducción de gastos va relacionada con la reducción de votos y pone en la balanza ambas cosas: interés público o electoral. La respuesta es fácil.

Cabría preguntarse si realmente importa la situación de crisis económica municipal. Cada vez que un político promete una nueva infraestructura hay que cuestionarse si hay dinero para ello y, sobre todo, para su mantenimiento, o si antes existen otras prioridades, tal cual sucede en toda economía doméstica. En ayuntamientos endeudados hasta las cejas, ¿qué margen de maniobra tiene quien gane las elecciones sin provocar un drama social a nivel laboral? Y no hay que engañarse pensando que si se quieren equilibrar las cuentas y se tiene que afrontar el pago de la deuda todo ha de hacerse reduciendo personal, ya que, muy al contrario, la fórmula pasa por reducir servicios y actividades municipales y aumentar ingresos.

La política municipal impulsada desde el gobierno central ha sido ofrecer a los ayuntamientos balones de oxígeno para pagar deudas y tener tranquilidad con las empresas contratistas y sus plantillas, permitiéndoles algo que antes prohibía la ley: endeudarse para pagar a proveedores. A cambio, el Ministerio de Hacienda ha intervenido los ayuntamientos que aceptaron esto y les obligó a un plan de ajuste que empieza a tener sus efectos más duros a partir del año próximo. Los que incumplan este plan padecerán la mayor reducción de la autonomía local que un municipio puede sufrir: que el presupuesto municipal sea elaborado por funcionarios del Ministerio. Este ha sido el precio a pagar por cuatro años de tranquilidad económica. Ante lo que se avecina, hubiera sido interesante conocer qué plan tiene cada cual para equilibrar las cuentas y poder afrontar los grandes pagos de los préstamos suscritos por muchos ayuntamientos, que el año que viene deben empezar a devolver con todos sus intereses. ¿Alguien ha dicho algo sobre eso?, ¿qué priorización de servicios y nivel de calidad tiene cada partido?, ¿qué modelo de ayuntamiento y gestión municipal oferta cada uno…? Es posible que en muchos casos ni ellos mismos lo sepan y eso, sencillamente, resulta altamente tenebroso.

El líder. Visto lo cual, todo parece quedar en manos de la capacidad de liderazgo de acumula quien encabeza cartel por cada partido. A diferencia de gobierno central o Junta, el alcalde es mucho más de uno, es un vecino, un paisano, amigo, cuñado, primo de alguien cercano, que puede ser de un partido u otro pero, ante todo, es de tal o cual barrio, familia, hermandad o equipo. Es cierto que estas son elecciones que ganan o pierden los partidos, pero las determinan más sus líderes y al ciudadano le gusta seguir a quien irradia poder, a personas de peso y carácter. Estas elecciones miden el liderazgo de cada uno. Lo sabe, por ejemplo, Ciudadanos, que a falta de otra cosa parece que presenta a Albert Rivera de alcalde a más de mil municipios… Y no. Porque lo que se va a elegir este domingo son corporaciones municipales formadas por partidos pero, sobre todo, se eligen alcaldes, que se pondrán al frente de corporaciones con competencias limitadas, en algunos casos en administraciones viciadas en su gestión, lentas y en, según qué casos, casi quiebra; todo ello en una época, para colmo, de cambios. En definitiva, se buscan pilotos que se orienten en medio de una intensa bruma.

Gobiernos. Muchas cosas dependerán de lo que pase el domingo. Posiblemente el inicio de un tiempo nuevo por cuanto las mayorías absolutas brillarán por su ausencia y, de ahí, una cultura que vitalice el consenso y el debate, muy necesaria. Se formarán diputaciones, donde entrarán formaciones nuevas. Pero la gran pregunta es, quizás y por encima de todo, si la ciudadanía percibe voluntad, nivel institucional y sensatez general para que se aparquen intereses personales o partidistas en bien del interés general. Si apartas el ruido y pones hilo directo atento sobre el debate político nacional, autonómico y local quizás cada lector concluya por sí mismo. Yo, por mi parte, hace mucho que me perdí entre tinieblas.

Bomarzo


bomarzo@publicacionesdelsur.net

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