Coincidiendo con el excéntrico regalo de Pablo Iglesias al Rey, las cuatro temporadas de Juego de Tronos valoradas en 80 euros y que, además de marketing televisivo, resulta como muy tonto, me asalta el recuerdo de aquel otro juego de cuando chico en el que varios niños danzaban al son de la música alrededor de unas sillas donde había tantas como niños menos una. Cuando el encargado de la música, siempre había uno, cortaba la canción, había que sentarse rápido porque uno se quedaba fuera, sin sitio, eliminado. Se quitaba entonces una silla y todo comenzaba de nuevo. Había que ser rápido, audaz, intuitivo, tramposo a ser posible llegado el momento codos; nunca me gustó ese juego por la tensión acumulada que suponía quedarte sin sitio y por la rabia que me producía quien, por listo, se erigía en ejecutor musical del juego.
109 sillas. Son los asientos que el miércoles se ocuparon en la bronca sesión parlamentaria que sirvió de preludio a lo que será esta legislatura. No hubo consenso, el PSOE aplicó rodillo en la constitución de la Mesa -tres de siete, lo que es tan lógico como que el PP no se conforme con uno-, e IU no quiso jugar con PP y Podemos para arrebatarle la presidencia de la misma a su ex socio tal y como le ofrecieron a un Antonio Maíllo que prefirió quedarse en su bancada y no hacer cosas raras. La cosa promete, entre otras cuestiones porque este plenario nada tiene que ver con el anterior: un PP reducido, pero reformado con caras nuevas y dispuesto a la confrontación permanente, IU diciendo no a casi todo lo que provenga de Susana Díaz, Podemos, camiseta verde reivindicativa y a lo suyo, que es no mancharse de casta, PSOE mirando de reojo a su única posibilidad real de sumar que es Ciudadanos y, Ciudadanos, en tierra de nadie, ni dentro ni fuera, ni en contra ni a favor, esperando porque se sabe importante. Marín asegura, en privado, que votará en contra la investidura de Díaz las dos veces y que en ningún caso será consejero esta legislatura, que antes necesita aprender a desenvolverse en una selva donde todos se comen a todos y él aún tiene dientes de leche, que tal vez llegue a acuerdos puntuales en determinados asuntos para propiciar la gobernabilidad, pero que ocupará sitio en la oposición estos años para consolidar marca y fidelizar el voto que le ha venido, sobre todo, del PP y que, como le dijo Díaz en San Telmo, ha servido para frenar a las huestes de Moreno. Si es así, al PSOE, que le ofreció en el minuto uno un pacto de gobierno a Ciudadanos, le aguarda una legislatura de todo menos estable.
Las listas del PP. Nunca antes el PP había encontrado tantas dificultades para cerrar listas de cara a esas municipales de las que nadie habla y esto es por el evidente desgaste de la marca, que provoca serias dificultades para añadir nombres de relevancia, pero sobre todo por un sistema basado en caerle en gracia al que manda, que es el que pone o quita la música y no por democracia asamblearia, capacidad personal, currículum o peso político. En el PP hay que caer bien, como pasa en otras formaciones donde, al menos, disimulan más y no dejan tirados a los suyos, para que te pongan, pero al no existir ningún filtro asambleario toca ser educado y sumiso siempre y esto de siempre es como una pesada losa que, por ejemplo, se han saltado los cuatro ediles del PP de Ubrique hartos del extraño alcalde de allí y que, raudos, han pedido hueco en Ciudadanos, que es el primer lugar hacia donde miran los excluidos. Por citar algunos nombres, Candón han dejado fuera a Leocadia Benavente en El Puerto, que ve recompensada así su renuncia a la alcaldía tras la marcha de Moresco, que confían cumplan con llevarle de tres en la lista al Congreso, já, para que el actual alcalde lo fuese; Juan Antonio Liaño, que pese a ser vicepresidente en Diputación y miembro de casi todo, aceptar ir de siete en la lista de Rota, se ha quedado fuera por las desavenencias con la regidora de allí, Eva Corrales, que ni ante la petición de Sanz ha cedido. Parecida falta de sintonía de Inmaculada Olivero con la agrupación de La Línea la ha llevado a ir de número dos por Tarifa, pero por petición expresa del alcalde de allí, Juan Andrés Gil, que se agarra a ella porque necesitaba refuerzos.
En Cádiz, Teófila, muy preocupada porque para nada parece que tenga asegurada la mayoría absoluta tras el sorprendente resultado de las autonómicas, ha buscado gente de peso para puestos de salida, pero no ha sido fácil porque esto de apuntarse al gaviota team hoy resta más que suma. Tanta o más preocupación se respira en Jerez porque eso de la mayoría absoluta parece haberse convertido en algo, hoy, muy alejado de la realidad y Pelayo lo sabe, lo teme, su lista no renueva mucho y en la cual cae Enrique Espinosa, que lo deja, y Bernardo Villar, salud, que la podría cerrar. A Saldaña, de dos tras María José y delante de Menacho, se le vio muy animoso y decidido en su inauguración como parlamentario andaluz y quizás le coja gusto a un trayecto que comparta, además de peaje a medias, con Ana Mestre, que ha colocado de dos a Carlos Zambrano, mientras que Marmolejo, anterior candidato, lo baja al cinco.
Juzgados. Del show semanal sobre asistencia política en entorno judicial y detenciones varias no diré mucho más que lo agotador que resulta, de verdad, y que más vale pensar en que asistimos al final de la época del todo vale, que no tardará en salir el sol; ahora bien, eso de señalar constantemente al técnico o al interventor como causante de todos los males, además de ruin y cobarde, tiene una clara consecuencia: saben los señalados que al final, de pasar algo, les echarán las culpas y, en consecuencia, todo se ralentiza, son tantos los informes que se adjuntan que es casi un milagro que se apruebe algo. Hay quien, incluso, acude al trabajo con discos duros portátiles propios para evitar dejar huella de nada –los malditos metadatos…-. La leche.
Por lo demás, lo de Rodrigo Rato es, añado, otra losa que pesa sobre un PP al que, puesta la lona, le crecen los enanos por todas partes y la pinta cara a municipales no es buena, de hecho la preocupación crece a medida que se aproxima la fecha porque las sensaciones de la calle no les pronostican renovar el poderío local del que han gozado estos años y menos con la política de un gobierno central que juega a la contra. Tiempos duros. Ante lo cual, resulta dudoso establecer quién gana más cuando se detiene la música, si el que felino ocupa silla o quien, por una u otra razón, queda eliminado y/o salvado a tiempo.
Bomarzo