Está haciendo falta que los verdaderos sentimientos de nuestro pueblo tengan una mayor dimensión y eco, acorde con su verdadera identidad, un tanto esterilizada por el desuso, los tópicos y habladurías. Se hace necesario para un mayor concepto activo de nuestros intereses como enclave histórico y cultural de siglos. Que nuestra frecuente actitud, sensible y lastimera, predispuesta siempre a la impronta alegría de unas palmas, o al tijeretazo doliente de lo adverso, configure de una vez por todas su verdadero latido, fruto del pesimismo, o por el contra, de la alegría generalizada.
Ya va siendo hora de que le otorguemos un verdadero valor a lo nuestro. Que nos despojemos de los arcanos ropajes y lancemos a los cuatro vientos nuestro símbolo universal.
Es hora de unificaciones, cuando tantos brotes de desigualdades e injusticias están surgiendo por doquier. Nuestro latido no es un invento de laboratorio, o la creación política de una frase más o menos atinada con fines egoístas y mercantiles. Nuestro vetusto latido viene amasado de generación en generación, se yergue entre los duendes de la luz y la sombra. Brote inextinguible, fruto de pasión y transparencia en el alma, hito y estigma del mejor sentir.
Brota el latido entre el surco olvidado y la pirita abortada, sobre el rompeolas limitado, y sobre las tonalidades color de fresa de manos agrietadas, de campos desiertos. Se eleva nuestro latido por encima de las falsas promesas y las mentiras que cometen, haciendo cada vez más hondo el pozo de nuestras tribulaciones. No basta con exteriorizar nuestro inconfundible latido en fiestas y romerías. Tenemos que darle forma y dimensión real al mismo en nuestra actividad cotidiana. Somos un pueblo grande y envidiado. Hay creada cierta tristeza en muchos que nos observan merced a ese bien ancestral que flota en nuestros comportamientos, por la gran facilidad que se nos trasmite la alegría de pensamiento, el esfuerzo, la creatividad , el ingenio. El brote imprevisto y espontáneo de un detalle picaresco, para colocar el destello de luz, allá donde pudiese existir un ambiente gélido o agrio.
Hoy estamos siendo todos iguales en lo peor, no existe termino medio, solo el destaque de los poderosos, desigualdades que despliegan sus alas como aves rapaces sobre la sociedad. Sintamos nuestro latido profundamente como pueblo histórico y grande para que nos respeten, el latido de los mineros de Linares, de nuestra provincia, de los olivareros de Jaén, del parado, el latido de esa juventud nuestra que nos abre las carnes, el latido único y auténtico, que nada ni nadie puede reprimir y que magnifica el verdadero sentir de nuestro pueblo.
El ojo de la aguja
¿Qué fue del latido andaluz?
Es hora de unificaciones, cuando tantos brotes de desigualdades e injusticias están surgiendo por doquier. Nuestro latido no es un invento de laboratorio, o la creación política de una frase más o menos atinada con fines egoístas y mercantiles
- Juan Bautista Mojarro
- El ojo de la aguja
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