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Mediocres

España no es única pero tan ingenua por temperamento que deja ver por transparencia lo oculto.

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En la política lo que no sea un sentimiento de servicio es mediocridad. Los cargos son para ponerse a disposición del pueblo y no un modo de vida, como parece frecuente. Si no estuvieran bien remunerados, ¿cuántos serían  cubiertos? Por eso no es tan fácil poner remedio a los casos de corrupción, porque ¿quién es capaz de reconocerlo? Para qué crees que he venido yo a la política, decía uno, y esta naturalidad de comentario pone en la realidad cruda. Todo tiene sus fallos porque así lo quiere el corazón humano, donde habita lo grande y al tiempo lo más bajo.

 

España no es única pero tan ingenua por temperamento que deja ver por transparencia lo oculto. Y no tenemos ese rigor de lo derecho, de lo bien rematado, de lo correcto, que caracteriza al carácter del norte. Pero ese rigor, más incluso que la antigüedad en el negocio de la libertad, hace que se preserven de tropezar unos con otros, no es virtud. Quiero decir con estas superficiales ideas que no es para tener complejos pero sí para ir con  afán en mayores cuidados. Y la pobreza de nuestra industria moderna que   nos coge descolocados. Nos tienen un acial puesto en esta Europa, que ha buscado socios compradores y nos castigan si torcemos el paso.

 

Tiene mucho que hablar la política europea. Leo que economistas con prestigio contemplan como paso inteligente nuestra salida del euro con el fin de maniobrar con la peseta renacida, pero parece descabellado. Puede  que nos convenga más reunirnos con los socios europeos del sur que con la clase alta, que nos ve tan seguros. Leo también que tenemos enemigos internos en los que ya están montados en este apaño de oligarquía que se aparta del pueblo por momentos. En todo caso lo cierto es que ha llegado el momento de debatir estos temas con toda seriedad y quitar las tijeras de ciertas manos que nos llevan al precipicio. No lo tenemos fácil y ahora es cuando se necesita un pueblo entero, sereno y frío, que tome decisiones sin nostalgias ni recelos. Es nuestro futuro.

 

España es una vieja nación que ha pasado ya por muchas vicisitudes, de tal modo que es difícil una situación enteramente nueva. Ojalá nos sirva esta experiencia y Dios quiera que vuelva a sonar el grito de otro alcalde como el de marras que alerte al pueblo y mueva lo mejor de cada cual. Preocupa cierta juventud abandonada que sólo tiene de salida un botellón casi continuo en que pierda de vista a los adultos que no han dejado sitio. ¿Sabéis los que se han ido ya a Alemania a buscar el derecho constitucional al trabajo? No lo repetiré, no quiero que suene a demagogia lo que es tan solo una verdad lacerante. Esto no va bien. Los que tienen sus manos en las riendas riñen, lo que es señal evidente de que se ven culpables, y si te descuidas se enfadan y ordenan a la policía reprimir al pueblo fingiendo dolor por el mobiliario. Preocupa que el pueblo piense.

 

Y no es lo peor que se lleven euros o que arrimen derechos a sus cargos que hieren la penuria de los de a pie; es cuando secuestran el honor y la justicia cuando el pueblo pierde la esperanza y se considera atacado en los cimientos. No tenemos a los mejores en el timón, da esa sensación, están  los mediocres y me gustaría equivocarme. Acabo de pasar los 75 años y ya no espero nada de aquí. Nací en el 37, era mayo florido y olía a pólvora de hermanos. Hemos trabajado por este país toda la vida y me gustaría ser más optimista. Queremos a España los que la hemos visto salir de la agonía y sabemos que sólo el amor de sus gentes la puede rescatar de sí misma.

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