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La escritura perpetua

Pinter

La obra ‘Viejos tiempos’ está llena de silencios, pero esos silencios son tan importantes como las palabras. Es más: acentúan la tensión en medio del conflicto

Publicado: 20/03/2025 ·
13:09
· Actualizado: 20/03/2025 · 13:09
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  • Obra 'Viejos tiempos'. -
Autor

Luis Eduardo Siles

Luis Eduardo Siles es periodista y escritor. Exdirector de informativos de Cadena Ser en Huelva y Odiel Información. Autor de 4 libros.

La escritura perpetua

Es un homenaje a la pasión por escribir. A través de temas culturales, cada artículo trata de formular una lectura de la vida y la política

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Harold Pinter (Londres 1930-2008) escribió teatro para escapar de la vida y algunos guiones cinematográficos para vivir. Sus obras están impregnadas de un vanguardismo delicado y delicioso. El primero en hablarme elogiosamente de Pinter, a mediados de los 70, fue Luis Matilla, dramaturgo del denominado teatro ‘underground’ español. Cuando concedieron en 2005 el Premio Nobel de Literatura a Pinter, escribió Francisco Umbral: “Pinter es ese teatro del mutismo que acabó con el desparpajo mareante del teatral siglo XIX”.

La obra ‘Viejos tiempos’ está llena de silencios, sí. Pero esos silencios son tan importantes como las palabras. Es más: acentúan la tensión en medio del conflicto dramático. Se ha estrenado en el madrileño Teatro de La Abadía y, después, emprenderá una gira por España que la llevará, entre otras ciudades, a Málaga. En ‘Viejos tiempos’ todo transcurre en medio de la atmósfera abstracta y huidiza de un sueño, y la función se desarrolla a un ritmo lento, lentísimo, que es el ritmo de la melancolía. Se trata de un paseo por los recuerdos de tres personajes, a través de la fragilidad de la memoria, con un permanente aire sutil de nostalgia. Pinter apostó en esta pieza, de 1971, por una escritura poética y misteriosa, que lo alejaba de sus anteriores ‘comedias de la amenaza’. “-Sí, hay mucho silencio aquí. –A veces, si prestas atención, se escucha el mar”. Un matrimonio, que vive una existencia desdibujada, se dispone a recibir la visita de una amiga de la mujer, a la que no ven desde hace 25 años. Y a partir de ahí unos recuerdos se confunden con otros y, tal vez, con mentiras. “Hay cosas que uno recuerda que quizás nunca sucedieron. Pero como las recuerdo, sucedieron”, afirma un personaje. La obra está envuelta en una bruma cálida y fría, en la que habita la vida que fue y la que pudo ser, y la posibilidad perdida de ser feliz con aquella joven que esa noche llevaba puesta en el pub la lencería que le había robado a su compañera de piso. Y en esa bruma está también la muerte, en un final fatal y poético. Pero antes han sonado canciones de los 40, y en algún momento un delicado erotismo ha recorrido la escena como una sombra. Marta Belenguer, Mélida Molina y Ernesto Alterio están espléndidos. ‘Viejos tiempos’ es palabra y actor. El texto sólido, fabuloso, del autor, lo alumbra todo. Es como si Pinter plantara palabras hermosas en una jardinera. Lo afirma un personaje: “Una jardinera donde tú plantaste aquellos pensamientos tan bonitos”. Harold Pinter, decíamos. 

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