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Todos los días entra un tonto nuevo por Puerta Barrera

El abuelo le recibe con la famosa frase: “todos los días entra un tonto nuevo por Puerta Barrera”.

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Amaneció un día desapacible, gris, con mucho viento y la cabeza le iba a estallar al abuelo Lucas. En mal momento quedó con uno de sus amigos en la otra parte de Jaén, al menos, en el lado contrario a la residencia del anciano. Hizo ademán de levantar el teléfono para anular la cita pero desistió porque le iba a criticar de endeble. Se enfundó una cazadora nueva que le había regalado su hija y tomó el autobús que le llevaba hasta Puerta Barrera.

Apenas un cuarto de hora bastó para situarse en lo que hoy se conoce con ese antiguo nombre, donde se ubicaba una de las diez puertas principales con que contaba la muralla de Jaén.

La puntualidad británica del amigo se hizo notar. El abuelo le recibe con la famosa frase: “todos los días entra un tonto nuevo por Puerta Barrera”.

El camarada le aprieta la palma y sonríe. No entiende muy bien a qué viene esa entrada de Lucas, pero tampoco se lo va a preguntar porque entonces no abandonan ese tema en todo el encuentro.

El octogenario le exhorta para, con un café calentito, argüir el origen de esa frase que todo jaenero conoce.

¡O, quizás, no!, esgrime Antonio, nombre con el que fue bautizado el amigo.

Ya acomodados en una mesa de la cafetería el abuelo Lucas intenta convencerle de la popularidad del dicho. Lo plantea a varios clientes, de diferentes edades y nadie conoce su significado, es más, alguno incluso se molesta.

Mientras le sirven un buen café, con aroma penetrante, y una tostada de jamón y tomate, regada con el exquisito aceite de oliva virgen, Lucas le explica que esa puerta formaba parte del segundo cinturón de murallas de la ciudad. Contaba con una sola torre cuadrada que defendía el adarve amurallado de San Ildefonso junto con la torre del Molindorro y la torre del Cabo.

Por su escasa anchura fue demolida en 1859 ante la reclamación del administrador de la empresa de diligencias “La Madrileña”, que por su abultada caja no podía cruzarla y debía apear a los pasajeros poco antes de llegar a la puerta, con el consiguiente inconveniente para ellos que tenía que circular a pie por el lodazal hasta el Parador Nuevo, situado en el plaza del Mercado.

¿Y cuándo llega la explicación de la frase?, corta Antonio la descripción de su impertérrito amigo, que esgrime velozmente el hecho de que en la antigüedad eran muchas las personas que entraban por la Puerta Barrera y se cundió entre los jaeneros que raro era el día que no entraba alguna criatura bastante desconcertada en busca de una vida mejor.

Por entonces, le llamaban tonto porque no sabía dónde se metía.

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