Adiós Zapatero, ¡te vas de rositas!
Váyase cuanto antes, déjenos alguna tabla a la que agarrarnos antes de que hunda al país definitivamente
El anuncio de que Zapatero no se presentará a las próximas elecciones es una noticia agridulce por muy esperada que fuera.
Don José Luis Rodríguez Zapatero anuncia que abandona el barco, mejor dicho, que abandonará el barco cuando haya quemado hasta la última tabla, pero, al no ser hombre de mar, se ha olvidado de evacuar al pasaje y a la tripulación antes de ponerse el chaleco salvavidas y subirse al bote para salvarse.
El presidente que pasará a la historia como aquel que negó la crisis, que posteriormente culpó de la crisis al resto del mundo y que se erigió como el salvador del cosmo; que se permitió dar consejo a aquellos países que posiblemente tengan que rescatar a España de la bancarrota.
El señor Zapatero ha logrado que miles de familias que tenían su casa, su trabajo, sus ahorros, sus perspectivas de futuro, hoy hagan cola a la puerta de las iglesias y de Caritas para poder comer; familias que han perdido todo, familias con todos sus miembros en paro. Pero esta realidad apenas le ocupe, al señor presiente, el tiempo que aparece tal noticia en la tele, él nunca se verá en esta situación pese a ser responsable de la misma.
El líder iluminado que ha tirado por tierra las ilusiones y el futuro de toda una generación de jóvenes que ha perdido su trabajo, que se ha visto abocado a aceptar una mísera limosna de poco mas de cuatrocientos euros durante unos meses, de estudiantes que una vez han finalizado sus estudios llevan años buscando una oportunidad, de jóvenes parejas que han tenido que desistir de sus ilusiones y proyectos de futuro y volver a casa de sus padres.
El paladín del talante, de las promesas vanas, de las políticas sociales, aquel que ha elevado el número de parados a cerca de cinco millones (y sigue subiendo), que ha logrado el que el paro juvenil llegue al cuarenta y tres por ciento, que ha congelado la pensión a los jubilados, que ha reducido el salario a los funcionarios, que quiere que los salarios no vayan parejos, al menos, a la subida del nivel de vida, que ha aumentado la edad de jubilación, que ha reducido la indemnización por despido, que ha potenciado la precariedad y temporalidad en el empleo.
Es decepcionante constatar cómo en política, personas que arruinan a un país, que destrozan la vida a infinidad de ciudadanos, que llevan a la bancarrota a innumerables empresas, puedan irse de rositas sin responder de sus actos, por acción u omisión.
Señor Zapatero, ¡qué le vaya bien!, los españoles somos, en su mayoría, buena gente, sin odios, sin resentimientos, pese ha que usted se haya empeñado en lo contrario. Pero, por favor, váyase cuanto antes, déjenos alguna tabla a la que agarrarnos antes de que hunda al país definitivamente.
Don José Luis Rodríguez Zapatero anuncia que abandona el barco, mejor dicho, que abandonará el barco cuando haya quemado hasta la última tabla, pero, al no ser hombre de mar, se ha olvidado de evacuar al pasaje y a la tripulación antes de ponerse el chaleco salvavidas y subirse al bote para salvarse.
El presidente que pasará a la historia como aquel que negó la crisis, que posteriormente culpó de la crisis al resto del mundo y que se erigió como el salvador del cosmo; que se permitió dar consejo a aquellos países que posiblemente tengan que rescatar a España de la bancarrota.
El señor Zapatero ha logrado que miles de familias que tenían su casa, su trabajo, sus ahorros, sus perspectivas de futuro, hoy hagan cola a la puerta de las iglesias y de Caritas para poder comer; familias que han perdido todo, familias con todos sus miembros en paro. Pero esta realidad apenas le ocupe, al señor presiente, el tiempo que aparece tal noticia en la tele, él nunca se verá en esta situación pese a ser responsable de la misma.
El líder iluminado que ha tirado por tierra las ilusiones y el futuro de toda una generación de jóvenes que ha perdido su trabajo, que se ha visto abocado a aceptar una mísera limosna de poco mas de cuatrocientos euros durante unos meses, de estudiantes que una vez han finalizado sus estudios llevan años buscando una oportunidad, de jóvenes parejas que han tenido que desistir de sus ilusiones y proyectos de futuro y volver a casa de sus padres.
El paladín del talante, de las promesas vanas, de las políticas sociales, aquel que ha elevado el número de parados a cerca de cinco millones (y sigue subiendo), que ha logrado el que el paro juvenil llegue al cuarenta y tres por ciento, que ha congelado la pensión a los jubilados, que ha reducido el salario a los funcionarios, que quiere que los salarios no vayan parejos, al menos, a la subida del nivel de vida, que ha aumentado la edad de jubilación, que ha reducido la indemnización por despido, que ha potenciado la precariedad y temporalidad en el empleo.
Es decepcionante constatar cómo en política, personas que arruinan a un país, que destrozan la vida a infinidad de ciudadanos, que llevan a la bancarrota a innumerables empresas, puedan irse de rositas sin responder de sus actos, por acción u omisión.
Señor Zapatero, ¡qué le vaya bien!, los españoles somos, en su mayoría, buena gente, sin odios, sin resentimientos, pese ha que usted se haya empeñado en lo contrario. Pero, por favor, váyase cuanto antes, déjenos alguna tabla a la que agarrarnos antes de que hunda al país definitivamente.
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