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No es tarea fácil dirigir a hombres; empujarlos, en cambio, es muy sencillo

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No es tarea fácil dirigir a hombres; empujarlos, en cambio, es muy sencillo. Rabindranath Tagore ya apuntaba el poder que tienen aquellos que buscan influir en nosotros, porque siempre estamos deseosos de encontrar atajos, trucos, claves para acceder al conocimiento y la sabiduría sin pasar por el estudio, la experiencia, la prueba y el error de la que destilar el aprendizaje, y la madurez y la humildad para aceptar que todo lo que sabemos puede cambiar en cualquier momento. 

Nunca ha habido en la historia más información y formación disponible y accesible sobre cualquier cosa, ni más expertos con ganas de ayudar. Sobre casi cualquier tema es posible encontrar artículos, libros, blogs, posts en redes sociales, vídeos, tutoriales, cursos, formaciones, eventos, etc. Su abundancia parece inversamente proporcional a nuestra capacidad de prestar atención a todo lo que tenga más de 140 caracteres o dure más de unos pocos segundos. 

Algunos de estos expertos pretenden hacer creer que el conocimiento parcial que tienen (o dicen tener) es el Bálsamo de Fierabrás que solucionará todos nuestros problemas. El filósofo americano Abraham Kaplan (1918-1993) lo ejemplificó con la llamada ley del instrumento: “dale un martillo a un niño pequeño y pensará que todo lo que encuentre necesita ser golpeado”. En 1966 el psicólogo Abraham Maslow la popularizó como: “si todo lo que tienes es un martillo, cada problema parece un clavo”. 

Hay algunas pistas que ayudan a detectar a estos virtuosos de su martillo. Una de ellas es que suelen auto promocionarse. Venden un éxito y un impacto al que aspiran. Suelen enfatizar que todo lo que se sabía antes ha quedado obsoleto y caduco. El mundo ha cambiado y lo que ya sabíamos sobre él carece de utilidad. Otra pista es que tiran de algún estudio o autor para justificarse, como si fuera el conocimiento definitivo. A veces simplemente es cuestión de citar algún apellido extranjero o una técnica, un método, o un acrónimo, sabiendo que casi nadie se interesará por buscar si el estudio existe, si dice realmente eso, ni cómo se han obtenido esos resultados. Pero quizás la pista definitiva es el énfasis en compartir fotos con poses de éxito. Algunos de estos vendedores de crecepelo llevan peluquín. Solo hay que aparentar éxito para contagiar las ganas de que otros les contraten para recibir sus consejos. Siempre hay algo nuevo que aprender, de todo y de todos, pero conviene no olvidar que el cántaro vacío es el que más suena.

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