El concepto no es nuevo, la estrategia, probada, tampoco. Pedro Sánchez necesita a Santiago Abascal tanto como Santiago Abascal necesita a Pedro Sánchez. El ahora presidente del Gobierno habló más de Vox que de su propio programa electoral en las últimas elecciones generales. Y Vox lleva agitando el temor a un Gobierno socialcomunista desde entonces. El objetivo es sacar de plano al PP, silenciar a Ciudadanos, tensionar el debate, polarizarlo, arrasar con el centro, la derecha y la izquierda, óbligándonos a situarnos en los extremos. Agitar el árbol y repartirse las nueces.
PSOE y Vox se alimentan del miedo y el odio. Los discursos de uno y otro se redactan por oposición. Son las dos caras de la misma moneda. La España cainita. No hay grises. No hay propuestas porque son partidos que solo actúan a la contra, según filias y fobias. Son recalcitrantes. Los extremos se tocan. Pedro Sánchez y Santiago Abascal son una pareja de luchadores que, sin lastimarse, fingen llevar el combate hasta el último segundo del último asalto. La pelea está amañada. Sobreactúan. Adoptan ese lenguaje prebélico propio de una España en blanco y negro para marcar territorio y señalar al enemigo. A partir de aquí para atrás, los míos. A partir de aquí para allá, los otros.
Se aprovechan del desconcierto ante una epidemia de incierto futuro para pactar la agenda que les llevará a crecer hasta sustituir el viejo bipartidismo, constitucional, liberal, por uno nuevo donde España será otra cosa y las libertades, menos. Eso creen. Eso leen en las encuestas. Por eso PSOE y Vox están a favor de que las elecciones catalanas se celebren en plena tercera ola. Los sondeos son favorables ahora. No importa el coste para la salud ni la seguridad. Ven una oportunidad para dar un golpe electoral. El PSOE sueña con tocar poder. Vox, con un puñado de diputados.
La penúltima ha sido la abstención de Vox que ha permitido al Gobierno convalidar el decreto que contiene el Fondo de Recuperación de 140.000 millones de euros, librando así a Pedro Sánchez de una derrota parlamentaria sin precedentes y dándole plenos poderes para su disposición sin ataduras parlamentarias. El portavoz Iván Espinosa de los Monteros balbucea. Y sus militantes se dividen. Muy probablemente la dirección del partido confíe en que la tormenta pase pronto y su electorado tenga la memoria corta, pero la maniobra es arriesgada. La misma formación que le montó una moción de censura a Pedro Sánchez le da vida para el resto de la legislatura. Si alguien tenía alguna duda de hacia dónde apuntaban los cañones de Vox, queda claro que es hacia la derecha.
Ojo, Vox es un partido atrapatodo. Tras extraer apoyos en el caladero conservador, vira ahora hacia la clase obrera, como hizo Le Pen en Francia, tratando de mantenerse a la vez como guardián de las esencias patrióticas. El plan tiene sus riesgos Los bandazos de Ciudadanos pasaron factura. El fenómeno Santiago Abascal puede desinflanse como un suflé si muestra de manera tan torpe su acuerdo tácito con Pedro Sánchez para borrar del tablero político a Pablo Casado e Inés Arrimadas.