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Atando Cabos

Los días más largos

Quiero que en mi tierra se deje de echar tierra encima de los andaluces muertos en una guerra que aquí no pudo llamarse tal, sino matanza, represión

Publicado: 15/07/2020 ·
10:09
· Actualizado: 15/07/2020 · 10:09
Autor

Remedios Jiménez

Licenciada en Historia, docente y verso suelto

Atando Cabos

Una mirada sobre lo que nos pasa día a día, bajo los titulares de la incesante actualidad

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Julio tiene más horas de sol, los días más largos. En el treinta y seis eran tan largos como se te hace un purgante dando vueltas a la plaza del pueblo. Cuando el  rapado no importa, porque el pelo crece, pero ¿y la dignidad?

Días antes del dieciocho de julio del treinta y seis, las noches eran cortas. Después, eran tan cortas como cuando se espera ser fusilado al amanecer. Como cuando se corre a la luz de las estrellas hacia la sierra.

La luz ayudaba a los guardias civiles a encontrar a los fugados en las Marismas del Guadalquivir, cuando se deseaba ser invisible.

En el treinta y seis, julio era todo lo que se esperaba de él pero más cruel. Tan cruel como que te hagan cavar tu tumba en la cuneta para tirotearte después encima. El día de Andalucía se recuerda a Blas Infante y no que ese, fue su infame final y el de Federico García Lorca, poeta del mundo.

Hay quienes piden olvidar ese julio. Ese en el que la cuenta de la panadería se saldó con un escopetazo que dio poder a quien la pobreza había hecho miserable. Hasta el Régimen trató de hacerlo amable, estableciendo una paga ese mes, conmemorando el levantamiento contra la República elegida democráticamente.

Pero ese julio estuvo en un almanaque al que alguien arrancó la hoja un día, como ahora quiere ser arrancado de la historia. Nadie quiere que se olviden los campos de concentración, tampoco queremos que nadie olvide que la gente se refugió en La Sauceda y allí hubo un bombardeo, una gran matanza de civiles acorralados como conejos. No he visto que ningún cartel lo recuerde cuando vamos allí a hacer senderismo.

Porque los alemanes no negaron ni niegan que fueron nazis y pidieron y piden  perdón, mientras aquí se han apolillado en los baúles las camisas azules falangistas guardadas como oro en paño.

No estoy por olvidar matanza alguna, Paracuellos existió. Quiero que en mi tierra se deje de echar tierra encima de los andaluces muertos en una guerra que aquí no pudo llamarse tal, sino matanza, represión, cárcel en masa. Tanta cárcel que hubo que convertir en ellas los conventos.

Cuando entro al Puerto de Santa María veo el monasterio donde sufrió condena mi abuelo. Donde mi tío abuelo, del bando contrario, decidió pegarse un tiro por no gustarle torturar a nadie.

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