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Apocalípticos e integrados

Lo peor es que nos están empujando a redefinir la distinción entre “apocalípticos e integrados”, con el riesgo -ya en curso- de alimentar los extremismos

  • Pablo Iglesias y Pedro Sánchez. -

El año 2019 se despidió con un nuevo descenso del desempleo en la provincia, hasta los 148.000 parados. Si tenemos en cuenta que a finales de 2012 eran más de 204.000,  pero también que otros siete años atrás apenas se superaban los 90.000, habrá que admitir las señales de la recuperación, así como que sigue incompleta, casi a mitad de camino, y con signos evidentes de desaceleración, puesto que el descenso interanual que ha dejado este último año -menos de cuatro mil personas- es el más bajo desde 2013. 

Para acentuar de nuevo la pendiente hacia abajo, el gobierno de la Diputación, bajo signo socialista, ha reclamado un plan de empleo especial para la provincia con características singulares y en el que se impliquen el Gobierno central y, por supuesto, la Junta de Andalucía; un gesto éste que resulta casi conmovedor después de ver cómo el propio ente supramunicipal ha hecho un loable esfuerzo por dotar de planes de empleo a pequeños municipios de la provincia durante cuatro años sin alzarle la voz siquiera a Susana Díaz para que se implicara en la misma medida en que ahora se le exige a su sucesor en el cargo, después de limitarse a agradecer el plan de empleo compartido por todas las provincias por igual. En cualquier caso, tampoco habrá quien se lo tenga en cuenta, puesto que podremos encontrar idéntico ejemplo en sentido contrario sin necesidad de recurrir a la hemeroteca.

En realidad, lo de reclamar un plan de empleo especial para la provincia ha resultado infructuoso, y casi tan antiguo como los años que estuvo Mariano Rajoy en el poder. Por esa misma razón, los sindicatos piden ahora aprovechar la existencia de un “gobierno progresista” -se supone que el anterior de Pedro Sánchez también lo era- para hacerlo realidad y, de paso, derogar la reforma electoral que, en cierta medida, tiene bastante que ver con el descenso del desempleo vivido en la provincia en los últimos siete años.

Habrá que confiar en que tengan mejor suerte que los periodistas, a los que el inminente “gobierno progresista” impidió hacer preguntas en la escenificación del pacto entre Sánchez e Iglesias. Si lo progresista es no admitir preguntas, abogar por el diálogo sin luz ni taquígrafos, y pasar de las críticas al plasma al “gracias por venir”, habrá que seguir el ejemplo del Papa, porque vamos a estar pidiendo disculpas a diario por perder la paciencia.

La crisis política en la que se haya sumido nuestro país en estos momentos no tiene, en todo caso, un único culpable, por mucho que nos recuerden a diario sus promesas incumplidas y su falta a la palabra. Es una crisis sostenida en la falta de liderazgo de los partidos autodenominados constitucionalistas, incapaces de atribuirse el sentido de Estado cuya falta se achacan los unos a los otros. ¿De verdad PP y Cs no podían llegar a un compromiso de mínimos para prestar al PSOE las abstenciones que ha mendigado a nacionalistas e independentistas con previsibles funestas consecuencias? En el fondo, lo que ellos interpretan como “sentido de Estado” no deja de ser “tacticismo electoral”, y lo han practicado los tres, ya sea para buscar atajos o para sembrar de trampas un camino que solo tiene un destino: el poder.

Lo estamos viendo ahora en Andalucía, donde PP y Cs van a aprovechar el contexto político nacional para reivindicar la estabilidad del ejecutivo andaluz como ejemplo y único frente garantista de la defensa de la soberanía nacional y del “buen gobierno”, como si hicieran suya la estrofa final del himno andaluz: “¡Sea por Andalucía libre, España y la humanidad!”. Al menos, tienen algo de lo que carecen los demás: un relato -siempre el relato-, aunque su argumento, no lo olviden, no va exclusivamente de la defensa del país y de la del necesario equilibrio territorial, sino de garantizarse la continuidad al frente de la Junta, que gana enteros ante el lamentable silencio que se guarda desde el socialismo andaluz sobre los planes de su secretario general.

Lo peor es que todo ello nos está empujando a redefinir la distinción entre “apocalípticos e integrados”, con el riesgo -ya en curso- de alimentar los extremismos: de lo malo a lo peor.

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