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Cines, bazares y tiendas simbólicas

En este relato continuamos con nuestro paseo por la Algeciras de los 50 recordando algunos establecimientos emblemáticos que aún mantienen abiertas sus puertas al público y otros que lo fueron y que permanecen en el recuerdo del pasado.

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Tengo que hacer notar que este relato y el anterior son recuerdos de mi juventud que por supuesto pueden estar sujetos a errores ya que ha transcurrido más de medio siglo y es lógico que ciertos aspectos no se ajusten fielmente a la realidad, pero creo que lo fundamental es que lo que trato de plasmar y de reverdecer es la esencia de una época, entre otras cosas porque forma parte de la historia de mi ciudad que es también la de mis hijas y la de mis nietos.

Aclarado este punto, continúo con mi paseo que por los años cincuenta era lo único que teníamos a mano para nuestra distracción, además del deporte y los cines. Por aquellas fechas funcionaban en Algeciras durante el invierno, el Florida, el Fuente Nueva, el Almanzor y el Terraza a los que había que unir durante el verano, el Delicias, el Alegría, el Fuente Nueva, el Terraza (verano), el Avenida, el Plaza de Toros y el Mirador.

Me quedé a la entrada de la calle Ancha exactamente a las puertas del Café Piñero frente al cual, pero en la otra acera de la calle, se encontraban el Café Juanito y el Bar Sevillano que se convertían en épocas de Semana Santa en receptores de una gran cantidad de algecireños que esperaban sentados el paso de las procesiones.

A pocos metros del Piñero y tras un inmenso portalón de color verde -evidente-, se ubicaba la Comandancia de la Guardia Civil y frente por frente a la misma y muy próxima al actual segundo ayuntamiento, entonces Banco de España, un pequeño local provisto de varias mesas de futbolín que regentaba un tal Enrique y en el que solíamos hacer alguna que otra parada.

Como se necesitaba para poder jugar una ficha que tenía Enrique, nuestro mensaje para iniciar una partida era no llamarlo por su nombre y pedirle que sacara las pequeñas bolas de madera sino simplemente la expresión: “Riquecha”, que de forma automática daba paso a la introducción de una ficha por parte del empleado y al inicio de la partida.

Por aquellas fechas la calle Ancha estaba plagada de bares y en la esquina con la calle San Antonio estaba el Bar Bandera, otro establecimiento también de gran solera y tradición.

En la otra esquina se encontraba la Farmacia Soto en lo que hoy es una entidad bancaria. Entre farmacia y banco creo recordar una tienda de ultramarinos, la del gallego, otro establecimiento muy acorde con la época que por cierto vendía un jamón excelente, no los pata negra actuales, pero que no envidiaba en nada a estos últimos.

Como ya he citado los establecimientos de bebidas proliferaban bastante y para mí y muchos de mis buenos amigos, Enrique Muriel, Domingo Infantes, Santiago Sarmiento, Nieto Peris, Alberto Pérez de Vargas, Paco Vázquez, Manolo Mena , Manolo Soria , José Antonio Fernández, Manolo Natera, Alberto González y muchos más que harían interminable la lista, el Bar Royalty en muchas ocasiones era parada obligatoria.

Tanto mis amigos como yo, provistos de pocos caudales, apelábamos a la benevolencia del bueno de Federico que nos trataba como a hijos y la verdad es que organizábamos una gran tertulia pese a nuestros escasos recursos.

A pocos metros del Royalty uno de los mayores atractivos de jóvenes y mayores de la época eran las magníficas almendras tostadas que se vendían en La Palma Real, establecimiento que aún conserva la misma estructura de los años 50 y que es uno de los pocos que aún está en pie en la calle Ancha después de tantos años vendiendo chuches (como dicen ahora los pijos).

Lo más curioso de esta tienda pequeña en tamaño pero grande en recursos, es que los domingos por la noche se convertía en un bullicioso punto de concentración de los aficionados al fútbol ya que su propietario colocaba en una gran pizarra todos los resultados de los partidos de Primera, Segunda y Tercera División.

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