El concierto apretadito -por corto- de Tomatito y su familia en la plaza de la Iglesia fue el acontecimiento de mayor alcance en el mes de agosto en San Fernando, donde sin embargo en un mes vacaciones no ha habido un programa continuado capaz de traer gente de fuera a la ciudad.
Lo único que se ha mantenido como oferta cultural y de ocio diariamente ha sido La Isla Ciudad Flamenca, pero ya está notando las consecuencias de su soledad en el panorama de San Fernando. A fuerza de no encontrar alternativa el público percibe un exceso de flamenco cuando en realidad lo que hay es falta de otros tipos de música o de actividades que completen una oferta para todos.
Los cines en la Escuela de San José una vez a la semana se llenan prácticamente con las mismas personas en cada sesión y los conciertos de Noches del Castillo se llenan de un público que va porque no hay otra cosa y además es gratis.
La prueba es que en varios de ellos quienes simplemente cogieron la entrada por su gratuidad abandonaban el patio al comprobar que la música no era precisamente de su agrado. Ni de su época.
Una Noche Blanca ya se ha demostrado que supone un gran esfuerzo por parte del Ayuntamiento, pero la queja generalizada es que se programan demasiados actos a la misma hora. O lo que es lo mismo, con el dinero de esa noche se organizan como mínimo, cuatro.
Y las citas en la playa, una vez al mes y otra porque la primera salió bien -aunque se aplazara por el levante de este fin de semana- denota poco aprovechamiento del litoral que los chiringuitos hubieran agradecido en compensación por el caos en que se han visto inmersos este año.
En suma, posiblemente una mejor programación de los recursos diera mejores resultados que la de este mes de agosto que dicho sea de paso, acabó una semana antes de lo previsto a la vista de la actividad en la calle.
Los actos del 250 aniversario de la creación de la Hermandad del Nazareno se convirtió al final del periodo en el acontecimiento más multitudinario en San Fernando a tenor de la gente en la calle, en los bares y en la procesión, evidentemente.
Las actividades para los más pequeños como títeres y payasos, no se han organizado este año cuando ya existió hasta una noche específica para ellos que se saldó con un rotundo éxito.
Y ya para rematar, la falta de actividades para los jóvenes, a los que los distintos gobiernos -porque no es cosa de este año y de este mes- dan como perdidos en favor de otras localidades costeras donde apuestan por toda clase de público.
Poca juventud se ve por la calle Real en las noches de verano, salvo quienes por la edad aún no tienen las llaves de su casa o permiso para salirse de los límites del Río Arillo y el puente Zuazo.
Visto todo con perspectiva -algunas actividades se quedan atrás pero no aportan gran cosa al balance- se esperaba más este verano habida cuenta de que los gobiernos municipales se suelen volcar en los meses previos a un curso político que viene con elecciones municipales y autonómicas.
Ni aún así ha funcionado la fórmula mágica de echar el resto en último de los cuatro años de mandato corporativo y la ciudad ha visto cómo esa falta de oferta se han convertido también en una bajada de la ocupación hotelera -y de los hostales- en la recta final del mes. Obviamente, porque no se ofrece nada para quedarse o venir.