Cada mañana, de 10:00 a 13:00 horas, Paco Vega acude fiel a su cita a las puertas de la Delegación de la Junta en Málaga, desde hace 13 días. Con el único apoyo de una bandera blanca y verde, convertida en una declaración de intenciones de una batalla en la que ya se ha dejado más de 6 kilos por el camino. El activista malagueño vuelve a la carga con una segunda huelga de hambre para reivindicar que nuestra comunidad haga gala de su Estatuto de Autonomía, que en su artículo 23.2 reza aquello de que “todos tienen derecho a una renta básica que garantice unas condiciones de vida digna y a recibirla, en caso de necesidad, de los poderes públicos con arreglo a lo dispuesto en la ley”.
Los políticos que pisan la moqueta olvidan la realidad, no saben qué pasa fuera del despachoTras 22 días de ayuno el pasado mes de noviembre, interrumpidos por motivos médicos, este incansable malagueño de 64 años, retomó su lucha el pasado 8 de marzo, coincidiendo con el Día de la Mujer, para reivindicar al Gobierno andaluz la puesta en marcha de una renta social básica para luchar contra la feminización de la pobreza, especialmente, en familias sin ingresos y mujeres maltratadas, que se ven abocadas a convivir con su verdugo por falta de recursos económicos. “El viceconsejero de la Junta se comprometió en enero a crear una comisión de trabajo para estudiarlo y a día de hoy no hay nada”, lamenta Vega, que logró reabrir a finales de 2016 el debate en el Parlamento andaluz, de la mano de Podemos, de una promesa que muchos partidos abanderaron en sus programas electorales. “Parece que los políticos que una vez pisan la moqueta, olvidan la realidad que hay fuera de sus despachos”, critica.
“No es caridad”
Una reivindicación “de un derecho, no caridad”, recalca, que no caló en los presupuestos para este año y se quedó, finalmente en papel mojado. Con energías renovadas “por aquello de la llegada de la primavera” y más preparado, esta vez el activista, miembro del colectivo Renta Básica en Málaga, está dispuesto a dejar hasta su último aliento en cambiar el panorama que sitúa a nuestra tierra con los peores indicadores de exclusión social del país. No parará hasta que la Consejera de Igualdad y Políticas Sociales de la Junta, María José Sánchez Rubio, le reciba personalmente “para contarle cuál es la realidad, que parece no llegar a su despacho”. Media vida dedicado a los Servicios Sociales han dado más de una bofetada de realidad a este inconformista, que sueña con un ingreso mínimo que libere a esas mujeres “que trabajan 365 días del año en casa, cuidando a los hijos e, incluso, a mayores, por los recortes de Dependencia”.
Ni el más de un millar de “cartas de amor” por la renta social básica -10.000 en toda Andalucía- remitidas el pasado San Valentín han logrado abrir las puertas de la administración autonómica para discutir cómo aplicar lo que “hace más de diez años aprobaron por unanimidad el PSOE, el PP e Izquierda Unida”.
Si la última vez logró ser escuchado por Podemos, en esta nueva ocasión Vega está, de momento, solo en su camino, un periplo que se antoja largo. “Las máquinas están cada vez más sustituyendo al hombre, nadie se cree la milonga que nos venden del pleno empleo”, explica Vega, que apuesta por anticiparnos a lo que viene, para garantizar la dignidad del futuro de los andaluces.