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Jueves 09/05/2024  

Acento andaluz

Don Manuel, un buen andaluz

“Hice lo que debía hacer. Si no lo hubiera hecho me hubiera arrepentido toda mi vida. Dije siempre: es mejor ser un buen andaluz que un mal ministro”, explica cada vez que le preguntan por su plausible proceder.

En el despacho de su casa –donde tuve el privilegio de entrevistarle en varias ocasiones-, imagino a Manuel Clavero Arévalo, uno de los padres de la autonomía andaluza, oteando el horizonte de las magníficas vistas que tiene del río Guadalquivir, de la Torre del Oro y del Palacio San Telmo. Le imagino, en un nuevo 28 F, rememorando el formidable episodio que protagonizó cuando renunció al Ministerio de Cultura que le había confiado Adolfo Suárez para defender los intereses autonómicos de Andalucía que negaban, no sólo los nacionalistas y la derecha más ultraconservadora y centralista, sino sus queridos compañeros de la UCD.
El gesto de priorizar los intereses de su tierra antes que el mandato de la formación en la que militaba, tan inimaginable hoy en día en los grandes partidos, debería ser más conocido por las nuevas generaciones. “Hice lo que debía hacer. Si no lo hubiera hecho me hubiera arrepentido toda mi vida. Dije siempre: es mejor ser un buen andaluz que un mal ministro”, explica cada vez que le preguntan por su plausible proceder. Compleja debe ser la tarea de encontrar a andaluces que contribuyeran más, desde sus respectivas responsabilidades, a desterrar la Andalucía gris de la posguerra -que vivió en primera persona- para que disfrutemos hoy día de la paleta de colores –con sus virtudes y sus carencias- que ofrece Andalucía.
A punto de cumplir 90 años, Don Manuel –impulsor del llamado ‘café para todos’-, debe estar observando con lógica inquietud las tensiones territoriales y el convulso debate autonómico como consecuencia de las ansias soberanistas catalanas, que también ha resucitado el PNV, y de la España a dos velocidades que plantea Podemos en el documento de un posible pacto de gobierno que entregó días atrás al PSOE.
Ante este escenario, lleno de peligros e incertidumbres, Andalucía –todos los partidos, agentes sociales y fuerzas vivas- deberían hilvanar un discurso de unidad en torno a la igualdad de los territorios y el papel cardinal que deberá jugar Andalucía en la futura configuración territorial del Estado. Un derecho que se ganó hace tiempo en una revolución de los claveles pero sin tanques ni capitales, del que los andaluces no pueden perder la perspectiva.
Andalucía debe erigirse en la cohesión y el pegamento para que una gran nación histórica como es España siga unida. Desde la premisa de la igualdad de trato a todos los españoles, defendiendo una Andalucía que huya de nacionalismos pero que abandere la equidad territorial respetando la identidad y la cultura de cada parte del país.
Hay que clamar contra la España asimétrica y en defensa de la Constitución pero con diálogo, consenso y sin crispación. Ni fuerzas centrífugas ni centrípetas para frenar también tentaciones recentralizadoras del Gobierno central y el maltrato sistemático a Andalucía porque hay otro partido político diferente del que gobierna en España.
Imagino al señor Clavero espetando: “Ni un paso atrás”. El pueblo andaluz -que en ocasiones parece dormido- no olvida el atraso histórico al que nos condenó la combinación perversa del centralismo más conservador, bajo el paraguas del franquismo, y los privilegios que fueron arrogándose territorios con identidades propias, como Cataluña o El País Vasco, pero ni mejores ni peores que la andaluza. Seguro que Don Manuel no olvida. Ahora, más que nunca, necesitamos muchos Claveros, muchos buenos andaluces.

Fernando Pérez Monguió es jefe de informativos de la Cadena SER Andalucía y director de ‘Acento Andaluz’ de Ondaluz Tv.

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